31 marzo 2011

De villamelones


A este espacio le hace falta algo de chispa y en este caso pudiera ser o no controversial, tal vez para los eruditos en la materia o para los que dicen serlo, de café, de fin de semana, de los que solo se suben al tren del triunfo pero se deslindan de la caminata de los derrotados.

“Al pueblo, pan y circo” reza un dicho ya muy trillado en nuestra sociedad, al parecer atribuido a la época del imperio romano, en donde, mientras los gladiadores se arrancaban viseras, extremidades, ojos y sangre, en los intermedios al pueblo en las tribunas le aventaban pan, como para que siguiera contento y encarnizado pidiendo mas sangre.

Hoy en día, no le avientan pan al pueblo, se lo venden caro en productos chatarra, y ¿que tal la “Bud Light” y demás cervezas extranjeras y nacionales que ahora resultan ser patrocinadores “oficiales” de nuestra gloriosa selección? Ahora los gladiadores no se matan en la arena, se cuecen a patadas tras una pelota de cuero sintético, pero ya no se matan… y a muchos nos gustaría verlos matarse (en el estricto sentido figurado), dejando todo en la cancha, pero ya ni sus propias piernas les pertenecen.

Y los defiendo y a la vez no los defiendo, porque los tiempos han cambiado, y ahora todo es comercial y el fútbol ya no es mas el deporte de las masas (que en su esencia mas pura lo sigue siendo), pero ahora es “Fútbol S.A.”, donde esa sociedad anónima no lo es tanto, y la diversión de antaño es vendida al mejor postor que aun así, es blanco fácil de toda la mercadotecnia mercenaria y se gasta el sueldo entero de una quincena por ir a ver a sus héroes una noche. Y esto se reduce a ver solo un par de pinceladas de genialidad futbolera, ponerse ebrio hasta las manitas, olvidarse de todo lo malo que sucede en la actualidad por un par de horas, y ser feliz aunque sea sin goles pero al ritmo de unas buenas mentadas de madre con la clásica corneta de plástico, ahora ya bautizada como “vuvucela” gracias a la globalización que también alcanaza a la FIFA.

El fútbol ya no es deporte, ahora es un negocio y se ha enfermado de un cáncer difícil de erradicar: la mafia de los de “pantalón largo”. Esos que en su puta vida han tocado un balón salvo para las fotos, y que de fútbol no entienden las reglas ni las alineaciones, ni la magia del sombrerito, la rabona, el túnel y los “tres dedos”, pero si entienden que a estadio lleno, bolsillo lleno, y mas si se lleva este carnaval al vecino país, donde nuestros compatriotas igual van a ir a dejar el sueldo de una semana o quincena pero en dólares, tomaran dos o tres trenes, harán filas de dos horas, contaran mentiras para salir temprano del trabajo y así llegar a ver a esos héroes devaluados. Ganen o pierdan, el pueblo sigue ahí… consumiendo mas pan, y viendo mas circo.

Ahora resulta romanticismo cursi y barato recordar los tiempos en los que un jugador se retiraba con el equipo que lo veía nacer, crecer y triunfar. La lealtad se mide ahora en contratos, bonos y patrocinios. Tal vez era una evoluciona natural al pasar a ser un deporte profesional, pero también se convirtió en la gallina de los huevos de oro y todos quieren ser parte de esa cornucopia y entre las patas se llevaron todo eso que ahora el pueblo exige: la entrega, el espíritu de lucha, la sed de triunfo.

No tiene la culpa el indio sino el que lo hace compadre. Y todos lo hicimos compadre de alguna manera, pero en algún momento y en algún lugar, ese fútbol todavía tiene hambre y sed de triunfo. Y como muestra tenemos lo logrado por la selección mexicana sub-17 en aquel mundial del Perú. Un grupo de adolescentes desconocidos, bien guiados y con ganas de triunfar se alzaron con la copa ganándole nada más y nada menos que a Brasil. Pero ¿que pasó después? Pues llegaron los contratos, patrocinios, buitres disfrazados de promotores y algunos de aquellos jovencitos se convirtieron en divos y pasaron a engrosar las filas de los inmerecidos ratones verdes adultos, los del ya merito, los de haz sándwich, los de las telenovelas y demás distracciones.

Con todo y esto, yo todavía creo en la verdadera esencia del fútbol, esa que mueve a un jugador a realizar hazañas increíbles, por el solo placer de sentir el calor de la grada corear su nombre y hacer ganar a su equipo. Una escena que se repite cada más menos frecuente en los grandes estadios pero siempre es fiel, con menos hinchada, en los llanos, parques y potreros alrededor del mundo. Llámenme iluso, pero todavía creo, porque lo he visto y lo he vivido…
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20 marzo 2011

Un poco de grasa


Dar vueltas en su cama se estaba convirtiendo en una práctica común. Cual si fuera charal en aceite hirviendo, brincaba de un lado para otro de ese viejo colchón sin poder conciliar el sueño. Sentía que se ahogaba mientras las cuatro paredes y el techo se le venían todos juntos como un derrumbe de terremoto y de pronto, su mente se detuvo en un recuerdo, en una actividad que siempre solía darle tiempo de pensar en soledad, de reflexionar y de lustrar; darle grasa a sus zapatos.

Paco se puso de pie, no importaba que fueran las 3:38 de la madrugada, tenia que aplicar la terapia para calmar sus ansias, para pensar, mientras trataba de sacar brillo a aquellos zapatones viejos, como si de pasada pudiera sacarle brillo también a su alma apagada y gris.

Con periódicos viejos tendidos en el piso, comenzaba el ceremonial. Primero limpieza profunda con un cepillo de dientes de cerdas suaves y un poco de jabón de calabaza; no mucha agua pero si que hiciera espuma. Un trapo húmedo para retirar el jabón y una pasada con cepillo neutro para eliminar los últimos residuos. Mientras tanto, pensaba en todo lo que no había podido limpiar, lo que no había podido hacer, lo que lo tenia así en ese cuarto… cuantas cepilladas necesitaría para eliminar todos esos residuos, tal vez mas que las aplicadas a un par de zapatos.

Luego venia la ceremonia del fuego. A la lata abierta de grasa negra, Paco le aplicaba fuego hasta que hiciera una pequeña llama, dejándola por unos cuantos segundos antes de sofocarla. Eso dejaba la grasa derretida y lista para ser aplicada con mayor facilidad. Luego se amarraba un trapo como momificando su dedo índice y medio, y pasándolo por la grasa derretida y por unas gotitas de agua, comenzaba a frotar los zapatos en infinidad de círculos. El proceso se repetía y la mente de Paco seguía vagando, como si los círculos lo llevaran a otras etapas de su vida; lo regresaran tratando de recordar lo que había sucedido, tratando de encontrar la razón. Pero la razón ya no bastaba, era como buscar culpables, y eso no le solucionaba nada. Era como pensar con que o como es que se habían ensuciado esos zapatos, cosa que no los iba a limpiar. Así que mientras sacaba brillo a esos zapatos viejos intentaba sacarle brillo a su mente, despejarla, pero no encontraba luz; era como si la grasa negra le tapara toda la vista a la luz, y por más que le frotara en minuciosos círculos y con agua, el brillo no llegaba.

Cuando menos se dio cuenta, los zapatos estaban listos, una ultima cepillada con ese cepillo especial de cerdas delicadas y ¡voila! – habían quedado como nuevos, brillantes, relucientes, como en antaño, listos para inspección, formación, en línea, etc. Y mientras los acomodaba con mucho cuidado en el armario, junto a su antiguo uniforme, decidía pues que esa seria la ultima vez que lo portaría, la ultima vez que lustraba sus zapatos… y así como nada le daban las cinco con quince, hora de despertar…
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10 marzo 2011

Mientras llega el retiro

De nuevo tocando otros temas, que siempre hacen falta para refrescar la perspectiva. Como bien es sabido soy un ávido fanático, hincha, amante del fútbol y hasta que puedo (o pude) lo practico y lo practicare, aunque en los últimos meses por cuestiones de salud he tenido que dejar esa practica tan solemne y dominguera, con el dolor de mi alma pues dicha practica si que es toda una catarsis como ya lo he expresado en este espacio en algunas ocasiones.

Pero no me iba a quedar de brazos cruzados, así que uno de estos Domingos, después de algún tiempo de abandono debido a la lucha interna contra mi estado depresivo a causa de mi ausencia de las canchas, entre otras cosas, decidí hacer una visita a mis compañeros de locura, y me presente una mañana, café en una mano, camarita de video en la otra, y me dispuse a disfrutar del momento.

Fue una sensación extraña el no estar ahí dando de patadas a “la bocha”. Mi inercia me movía a gritar vivas e improperios ante las jugadas de mis compañeros. Cabe mencionar que el recibimiento fue muy grato, me sentí bien, me sentí pertenecer, y me di cuenta que de alguna manera u otra puedo seguir en esto, aunque no sea pateando y corriendo.

Ya después me puse a revisar lo que capte con la cámara de video; una Kodak playsport camcorder, camarita portátil muy practica, con resolución de alta definición y que al parecer si tiene zoom pero nunca se lo pude encontrar. La cosa es que platicando con alguien decidí intentar hacer un video, algo tal vez convencional pero diferente, que se yo, algo que a mis locos futboleros compañeros les gustara y les motivara. Y de ese momento nació la idea y puse manos a la obra y de ahí surgió este video. Cabe mencionar que es un experimento pues no soy un experto, ni siquiera un conocedor aficionado en la materia, pero me gustó mucho, me apasionó y me motivó bastante, pues siempre he sido un admirador de este tipo de arte visual.

Quiero agradecer a mi querida amiga Majana por su gran apoyo moral, motivacional, pero sobre todo por su asistencia técnica en la producción de este video. Gracias totales Ale por ser parte de esto :)

Y bueno, aquí lo tienen, algo de lo que pude percibir en un domingo de cascarita futbolera, con un toque convencional y otro más personal a la vez. Y si, el narrador con acento sudamericano desconocido soy yo.

Espero les agrade, se aceptan todo tipo de criticas…

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05 marzo 2011

Postal de tiempo


Estando ya por la zona, tenia que aprovechar el viaje. Mi corazón sentía que ése seria un buen día, y que mejor que comenzarlo con esa imagen, con ese reencuentro.

Tomaba entonces rumbo por Carlos Villarreal hacia el poniente, con intención de doblar por Panama para tomar la otra calle pero en la plática se me paso, así que decidí seguir hasta toparme con la calle Colombia. Ahí subí rumbo norte, por aquel callejoncito angosto, pasando algunas otras avenidas hasta llegar a la Tlaxcala.

Y ahí la vi, por fin había vuelto; de nuevo me encontraba frente a la vieja casona aquella de calle Tlaxcala esquina con Colombia. Una extraña sensación recorrió todo mi cuerpo como si se tratara de una corriente eléctrica aplicada. A pesar de que se veía un poco cambiada por años de reparaciones y remozamientos, seguía siendo la misma. Su barandal, la pequeña escalinata, el porche, su jardín enorme y el portón del patio trasero del lado del callejón, una puerta que nunca se abría ni para guardar el coche del viejo, nunca supe porque, nunca pregunte, que más daba.

Y llegaron los recuerdos como remolino, con mucha fuerza como la del viento, que de igual manera se va. En ese jardín yo represente a “Ron Damon” del Chavo del Ocho con mis vecinitos. En ese porche yo espere a mi viejo por una eternidad a que llegara a casa con mi ansiada mascara de “Santo, el Enmascarado de Plata”, y me la puse, y me tome en serio mi papel, y sin camisa y con mascara hice unos malabares, mi madre aplaudía, mi viejo tomaba fotos con aquellas camaritas cuadradas (todavía de rollo) y con el flash en forma de cubito que daba vuelta.

En la sala de esa vieja casona mi hermana y yo paseábamos en triciclos. Alguna extraña sensación nos producía el rechinar de aquel hermoso piso de madera, así que pedaleábamos y zapateábamos con más ganas, cosa que a mi madre no le causaba tanta gracia. En esa misma sala ayudábamos a montar y adornar el árbol de navidad, mi hermano inmortalizo una de esas ocasiones con una Súper 8; era genial vernos un tiempo después proyectados en la pared del comedor al ritmo del sonido inconfundible del carrete del proyector, era como estar en el cine.

Todo eso transcurría mientras el auto pasaba por aquel callejón, mi mente viajó en el tiempo, se detuvo y regreso, en los segundos que duro el viaje del auto frente a aquella casa. Pero la imagen se me quedó grabada, como una postal de tiempo, así vieja y agrietada con líneas blancas, amarillenta y con borrones en las esquinas, pero con tantos recuerdos dentro, que comenzaron a llenar mi corazón aquel día, uno que resultaría ser redondo en todos los aspectos. Fue genial comenzar ese día tan excelente con aquella postal…
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