De lluvia y cuestión de enfoque

Después de bastante tiempo de no verse por estos rumbos, la lluvia hace su entrada triunfal al desierto de nuestras vidas, y no cualquier entrada, llega haciéndose notar, haciendo sentir su presencia, su esencia, su olor, y su ruido estremecedor. Para algunos es un canto, es un lujo, es una dicha; para otros, es una pena, es una nube, es un tremendo lío.

Como en todos los aspectos de la vida, la lluvia también es cuestión de enfoque, es como yo la quiera ver, no como me dicen los noticieros o el vecino, es del color que le ponga ese día a mis gafas, aun cuando siempre sean de sol o transparentes.

Si bien, y por desgracia, en ocasiones dicha lluvia copiosa en un terreno árido como el nuestro, trae consigo un sin fin de tribulaciones, de urbanización, protección civil, viales, sociales, etcétera, también trae consigo esperanza y jubilo para los pocos agricultores que en algún momento vencieron al desierto y hoy en día recogen de esta tierra árida su fruto a base de un trabajo arduo y de mucha fe.

Hoy dejo que esa lluvia moje mi cara, refresque un poco mi piel, y me quedo ahí a merced de las llorosas nubes el suficiente tiempo para que logre penetrar mi coraza, y llegue lo suficientemente hondo para que refresque también mi alma, que buena falta le hace, pues de un tiempo a la fecha llora sin lagrimas.

El día esta nublado, pero aun que hubiera un sol radiante, hoy decido ponerme mis gafas transparentes, para ver la lluvia con mas claridad, para esperarla, y para meditar mientras me mojo como un niño, pensando que la vida la veo mejor así, a través de un cristal transparente, sin manchones, sin nubarrones, aunque estos estén presentes.

A mis amigos, y en especial a mis amigos del desierto, disfrutemos esta lluvia, que ya después habrá tiempo para preocuparse.