24 diciembre 2007

Cuando la noche es buena


Para Miguel, todo era preocupación y estrés. El haber trabajado la noche buena era algo no grato, y había que sumarle a eso la lista de pendientes que tenia por hacer, después de un día largo y normal de trabajo, tener que pasar al mercado a hacer compras de “ultima hora” entre aquel mar de gente. –Es increíble como este día es cuando la gente se pone mas mal – decía Miguel mientras recorría los pasillos entre empujones, miradas lascivas y murmullos ofensivos. Lo que le faltaba, el ultimo encargo, un azafrán para sazonar la cena, no podía ser encontrado en todo aquel supermercado – no puede ser posible que no encuentre un mugroso azafrán – se decía a si mismo cuando de pronto al darse la vuelta, un viejecito de mirada cansada pero muy noble, y con una sonrisa en su rostro le contesta – un azafrán precisamente como este, buen hombre – y le acerca con sus manos la cajita con la preciada especia. – Muchas gracias señor – entre murmullos fue lo único que Miguel pudo decir mientras se retiraba escuchando las ultimas palabras de aquel viejecito decir – que tenga una noche buena.

Aquella experiencia sin duda le había hecho reflexionar sobre la velocidad a la que siempre llevamos nuestras vidas, y los pequeños detalles que se pasan de largo por ir mas aprisa cada vez. Esa experiencia puso un cierto alivio en su alma, y mientras lo pensaba, le trajo una gran sonrisa a su cara y a su corazón, mientras iba ya camino a casa. Mientras esperaba la luz verde en un crucero, se acerco hasta su auto un niño vendiendo luces de bengala, de figura desprolija pero con una sonrisa sincera en su rostro. El pequeño le dice – señor ¿me podría comprar una bengala para sus hijos? Ayúdeme, no he vendido nada esta noche y tengo que llevar algo a mi casa para cenar. Aquellas palabras retumbaron en Miguel, solo unos minutos antes un personaje extraño le había mostrado la sencillez de la vida, y ahora este chiquillo le venia de nuevo a mostrar otra parte de la vida que se pierde en la rapidez de nuestras complicaciones. Después de una fracción de segundos de pensar, Miguel le dice al pequeño – Te diré algo, toma este billete, solo dame una bengala y quédate con el cambio – El rostro del niño se ilumino de tal manera, que era difícil no poder verlo de lejos. – Muchas gracias jefe – le dijo aquel niño, le entregó su bengala a Miguel y se fue corriendo, brincando de felicidad mientras decía – esta si que es una noche buena – y sin mas, se perdía entre la oscuridad.

En una colonia periférica de la ciudad, Pepe, aquel niño vendedor de luces de bengala, caminaba rumbo a su humilde casa, pero con una gran esperanza dentro de él, y un billete que le significaría una cierta alegría a toda su familia. Pero Pepe no quiso llegar a su casa sin antes dar gracias por ese milagro ocurrido en Noche Buena. En su camino, se detuvo en una iglesia, entro para dar gracias a Dios por que su familia tendría algo que cenar esa noche. Algunas de las personas que estaban ahí lo miraban con desprecio, otros con ternura, otros con curiosidad, mientras Pepe llegaba hasta el nacimiento, se hincaba a dar gracias al niño Jesús, y una voz en el sonido decía “... y paz a los hombres de buena voluntad”.

Tal vez fue algo que le sobraba a Miguel, tal vez fue el estar en el momento correcto. Mas bien, fue una cadena de hechos, todos estos provocados por una buena obra, por la buena voluntad de algunos, porque todo esto se contagia, la sonrisa y la felicidad se comparten. Les invito a compartir esta Navidad una sonrisa, un buen detalle, algo de paciencia, una caricia, un abrazo, un saludo, algo que trascienda mas allá de un simple regalo material, porque eso es lo que más se atesora en nuestros corazones.

Les dejo un fuerte abrazo, les deseo lo mejor para esta Navidad y para siempre, y sigamos continuando con esa cadena de buena voluntad ¿no creen?
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19 diciembre 2007

Una taza de café, tres de azúcar, muchas de amargura


Y no me explico como no me supo amargo desde un principio, pero así es esto, la amargura va llegando de a poco, se confunde con ciertos sabores y de pronto, te la estas tomando lo que pareciera ser muy tranquilamente en una mañana fría y desolada.

Lo dejé pasar, me tuve que ir tragando esta amargura de taza en taza, sin siquiera decirte una pizca de lo que a mi juicio te tocaba. Me tuve que tragar todos los rechazos, las desatenciones, las culpas los reclamos injustos, entre taza y taza. Y yo que me desviví en atenciones, palabras dulces, poemas, locuras, historias y demás. Que difícil es toparse con pared, de que todo eso no tuvo recepción, no llego a su destino... es inevitable sentir esa amargura, entre taza y taza.

¡Carajo! Si le acabo de poner tres cubitos de azúcar y aun así me sigue sabiendo muy amargo... no hay remedio, así es esto, así me lo tengo que tomar, y no lo puedo dejar porque no hay mas, es la ultima jarra... o esto, o nada, aunque a veces pienso, que nada estaría mejor. ¿En que momento la amargura se coló en mi café? Debió ser en el momento en el que mi reclamo estuvo a punto de salir de la yema de mis dedos, a un centímetro del teclado, pero lo detuve; bendita tecnología – me decía a mí mismo - y a la vez maldita seas, porque de algún modo tu fuiste cómplice, y tú lo permitiste.

O tal vez pudo haber sido aquella mañana, que tus disculpas no valieron, y que gracias a una fuerza extraña, en el momento me contuve, y me trague todo eso que tenia en mi mente, ahí debió ser cuando toda esa amargura se fue a mi café, el que saboreo con gusto todas las mañanas, el último de mis gustos, que también, entre taza y taza, ahora se hunde en un extraño abismo de amargura.

Y mientras sigo buscando culpables – la taza metálica, la taza de porcelana tal vez, la cuchara, el azúcar – por fin llego a mi destino momentáneo, porque, seria muy bueno en estos momentos descubrir cual es mi verdadero destino. En la siguiente oportunidad probare con miel, tal vez sea mejor que el azúcar para encubrir la amargura.

PD: Hoy es el día cero, muchas gracias a todos por sus buenos deseos, espero estar de vuelta muy pronto, aunque sea escribiendo con una sola mano, mientras nos recuperamos. Abrazos a todos...
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16 diciembre 2007

El lugar vacío en la mesa


Los días festivos así lo demandan: Diciembre, mes de fiestas, celebraciones familiares, con amigos, compañeros de trabajo; época de dar, época de recibir, época de analizar logros y añoranzas de un año que de a poco y en medio del bullicio se va, y al mismo tiempo de plantearse los famosos “propósitos”. Así se viven las famosas fechas Decembrinas, y nosotros no podíamos ser la excepción, solo que lo hacemos con una silla vacía en la mesa en turno.

Parece que fue ayer que todavía estabas por acá, compartiendo un vino tinto, una sonrisa seria y una película de Cantinflas mientras la cena estaba lista. Parece que fue ayer que preparabas los “calientitos” (el ponche de frutas) como solo tu sabias, la cantidad exacta de tal o cual fruta, la receta secreta de la familia. Parece que fue ayer que te di aquel abrazo en una tarde fría de invierno, sin saber que seria la ultima. Una ultima oportunidad que nos brindo la vida, y que creo la aproveche muy bien.

Son ya diez años de que te nos adelantaste, ¡caray! Que rápido pasa el tiempo, tan rápido que, como puedes ver, todavía parece que fue ayer que sucedieron todos estos recuerdos, y muchos mas que llevo por ahí guardados en las esquinas de mi ático. Hoy te recordamos con gran cariño, con una reunión, y con muchos recuerdos. De mi parte gracias por todo lo bueno que me diste, por todas las enseñanzas que en mi dejaste y por los pocos consejos, pocos pero valiosos, que me diste durante el tiempo que compartimos; creo que tu silencio me enseñó mas que cualquier sermón.

Apuesto que en esta ocasión no te pudo faltar un tango y la copita de vino para acompañar la velada, así lo veo, así lo imagino.

Un abrazo viejo, donde quiera que estés...
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07 diciembre 2007

Las penas con música son menos.


Acontecimientos van, acontecimientos vienen, cosas irrelevantes, otras un poco más. De esto y muchas cosas más esta compuesta nuestra vida diaria ¿no creen? Ya decía yo que eran treinta y tantos años ganándole al bisturí, y pues se llego mi hora. Resulta que la lesión que tuve una semana antes de la carrera ciclista “Chupacabras”, resulto ser una rotura de tendón en el hombro y de la bursa (una bolsita que actúa como amortiguador en el hombro) El doctor piensa que la rotura es mas grave de lo que la resonancia magnética nos muestra, así que el resultado es oficial: artroscopia de hombro, una especie de microcirugía, donde van a meter camarita e instrumentos para ver y reparar el problema.

Le he estado dando vueltas al asunto, aparte del aspecto económico, pues el dinero no se da en árboles, tampoco la salud, y esto puede ser más importante. Como todo, siempre hay probabilidades, historias trágicas y opiniones pesimistas, pero creo que han sido mas las optimistas, así que, me he declarado listo para esta siguiente e interesante aventura. Prometo dar pormenores, y si se puede, hasta recuerdos fotográficos, siempre y cuando sean aptos.

Y pues para cerrar con broche de oro la semana, no podía faltar un recuerdo musical. Dicen que “las penas con pan son menos” pero yo le adaptaría a “las penas con música son menos”. ¿Alguien recuerda esta canción? Es de un grupo llamado GTR, el cual no sobrevivió mucho, pero llego a ser denominado como un ”super grupo”, porque era una mezcla de músicos muy talentosos, ex miembros de grupos como Genesis, Yes y Asia. En fin, el caso es que esta “rolita” me trae muchos pero muchos recuerdos de juventud, mis tiempos de últimos años de preparatoria, rumbo a la universidad, sin saber que quería hacer de mi vida, pero ¿a poco ya descubrí la respuesta a esa pregunta en la actualidad? Siempre tendremos algo que aprender, todos los días.



Bueno, espero les guste la canción. Ah y chequen el dato ¿a poco no el guitarrista que sale ahí en el video con unas medallas colgadas (Steve Hackett) le da un parecido a un joven Clint Eastwood? Ya me dirán ....
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