31 diciembre 2010

Y se acabo…

Y así como si nada se acabó este año 2010; una parte se fue lenta, otra se fue muy rápido, pero se acabó, en unas pocas horas mas en este lado del hemisferio, en este lado del Atlántico, y del Pacifico y de longitudes y latitudes, se nos acaba el año.
No soy muy dado a estas reflexiones, no soy muy dado estas celebraciones, no tengo recuerdos muy gratos o muy vividos, pues la celebración nunca fue muy arraigada en este individuo tristón de las orillas.

Como en el escrito anterior, razones las había de sobra para ser el “grinch” y renegar de lo que me trajo este año, pero alguien me ayudó a verlo en otra perspectiva, y en vez de renegar doy gracias, porque de lo malo he aprendido, tal vez no como debería, tal vez me falta mas por aprender, pero se me dio esa oportunidad de hacerlo con esos retos y esas fallas. Desde lesiones físicas hasta lesiones del alma, de todo hubo, como en botica.

Y de lo bueno, me quedo con muchas cosas, buenos momentos, buenos amigos, nuevos amigos, personas que se han cruzado en mi camino, unas llegan y se van, otras llegan para quedarse, otras que siempre están, y otras mas que se que siempre estarán; oportunidades para agradecer la naturaleza humana, tal cual es, sin mas ni menos.

Con esto me quedo, lo atesoro en mi corazón, y sigo adelante, porque esos momentos buenos, agradables, de sonrisas y risas, son los que hacen sentir que vale la pena vivir, con lo que se nos pone enfrente, con vicisitudes, con alegrías, con penas, con enfermedades y con momentos de plenitud, el camino es largo, y uno decide seguir caminándolo, y de uno depende con que cara se le enfrenta. También se aprende a tomar la mano de quien te la extiende de la manera mas sincera, para salir del atolladero y seguir el camino, pues ahí andamos todos.

Venga pues 2011, te espero como vengas, a sacar el capote y hacer dos tres verónicas, que la vida es más que eso, y sigue su marcha y la enfrentamos con la cara que nos queda pero la enfrentamos, compactitos, serenos, con paciencia y perseverancia.

¡Un abrazo a todos y Feliz Año Nuevo!

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22 diciembre 2010

Pequeños eslabones de luz tenue


Como todo un buen grinch de la época, me disponía a espetar toda clase de improperios en contra de los festejos, la música, las aglomeraciones en las tiendas y todo eso que adorna cuanto te rodea por estas fechas navideñas. Ideas sobraron y fueron plasmadas, mas no publicadas, tal vez no hoy, tal vez mas adelante, tal vez nunca. Pero algo sucedió en el camino que me hizo desistir y cambiar un poco la perspectiva; algo me hizo creer, algo me hizo llorar y me hizo intentar de nuevo.

No fue ninguna revelación milagrosa, fue un hecho simple y real: la sonrisa de un niño. Y en ese chiquillo me vi reflejado unos años atrás, cuando junto a mi hermana correteaba ilusiones y las buscaba bajo un árbol de navidad viejo y color plata, en aquella gran sala de pisos de madera, rechinando mientras paseábamos en nuestros triciclos ahí adentro, ante la mirada inquisidora de mi madre y la postura pasiva, permisiva y relajada de mi viejo en su sillón de siempre mientras leía “El Fronterizo”.

Y de ahí me voy siguiendo, lo que me dio por llamar “pequeños eslabones de luz tenue”, hacia aquellos momentos en los que fueron llegando otros chiquillos a casa e igual buscaban ilusiones debajo de un árbol ya mas frondoso y verde, y que compartía con ellos, aun que ya no me gustaran los juguetes: mis queridos sobrinos, mis ensayos de no-hermanitos menores o de los enanos propios por venir.

O aquellas Noches Buenas de adolescencia donde salía después de cenar a las casas de mis amigos, y hacíamos una especie de tour navideño, degustando de todo un poco a cada casa que íbamos, repartiendo abrazos, conociendo primas ajenas (a la prima se le arrima) pero siempre sintiéndonos bienvenidos en todos esos hogares. En esos momentos no exista el fuera de lugar ni en el fútbol. Y que decir de aquella pre-cena navideña un veintitrés en un Whataburger a las cuatro de la mañana, cargándonos un buen pedo después del tour de las luces y varios “seises” de cerveza barata y Mickey’s Malt Liquor. Tal vez no una lección de civismo y buenas costumbres pero fue bastante divertido.

Y así podría seguir enumerando ocasiones en las que reí a carcajadas en esas fechas y si, lo acepto, fui feliz cual pavo vivo después del Día de Acción de Gracias. Independientemente del valor religioso que cada quien le de a esta época (yo tengo uno), muy valido por cierto, es aquí cuando me llega ese pequeño hilo de luz al final de la cadena de eslabones y creo… si, dije “creo”, que el verdadero milagro de la Navidad es ese: el amor incondicional sin afán de demostrar, una amistad sincera, un abrazo en cada hogar, una sonrisa, una risa a carcajada abierta y en complicidad. Habrá que sacar cada quien mas historias de estas y reciclarlas a partir de ahora, en el presente, y haber que sale.

Listo, creo que después de todo no soy un grinch como pensaba.

¡Felices Fiestas a todos! Mis mejores deseos y, habrá que creer….
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20 diciembre 2010

Ansiedades y otras taras


El aire se va tornando cada vez más denso, como si fuera un gas pesado pero curiosamente respirable. Por lo mismo la respiración se agita y por ende el corazón late aprisa, como si se fuera a acabar el aire, el mundo, la vida. No sabes que atender primero porque ya nada tiene orden o prioridad. Quieres escapar pero no sabes a donde, que más da nada, y sales por la primera puerta que encuentras. Y ves al mundo y no lo reconoces, no es el que dejaste semanas atrás cuando ibas por la despensa, o al trabajo, o al cine. Ahora el mundo es un animal distinto, raro, irreconocible y bravo, hostil. Y te revienta el ver como aquellos otros van por la vida con sus caras pedantes, sin hacerte en el mundo, inmersos en sus propias narices o en sus móviles. Y tú que eres una bomba de tiempo, que va a explotar pero solo hacia adentro, cual hoyo negro, consumiendo la materia mas cercana pero sin salir de la frontera de la piel. No hay propósito, no hay ideal, no hay jihad, solo una explosión controlada… vaya paradoja. Y cuando la cabeza no termina de explotar, el reloj cede su marcha a Cronos y este comienza el baile de las manecillas o de los símbolos verdes de cristal liquido, a paso lento de vals. Y te das cuenta que irónicamente la vida sigue, y que la ironía solo vive en tu cabeza, esa que sigue en su lugar por arte de magia o capricho de la gravedad. Dicen que el tiempo lo cura todo pero, ¿quien cura la desesperación de la agonizante espera?
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16 diciembre 2010

De nostalgia y viejos beisboleros


Era una tarde de verano que esperaba con uñas y dientes. Siempre las esperas de mis tíos y primos provenientes de Los Angeles eran así, por la expectativa que generaba lo que nos pudieran traer del “otro lado” pero sobre todo por el tan ansiado y clásico juego de béisbol. Para mi era especial, porque era de los pocos momentos en los que podía compartir mucho tiempo con mi papá practicando uno de sus deportes favoritos y esperando darle aunque fuera una satisfacción en aquella tarde del rey de los deportes: el béisbol.

Tengo grabado en el olfato de mi memoria aquel aroma de los guantes y pelotas viejas dentro de aquel maltrecho y viejo costal militar. El cargarlo era un orgullo y en aquella tarde mezclé su contenido con el olor a guantes nuevos y pelotas recién sacadas de la caja que mis primos traían para aportar al juego de pelota “mexican style”.

Se hicieron rápidamente dos equipos entre todos aquellos chiquillos, primos, familiares y vecinos del barrio. Cada uno de los equipos contaba con manejadores de lujo. A mi me toco en el equipo de mi tío Armando, hombre de pocas palabras pero de mucha pasión por el béisbol, como el abuelo, me dejaba fluir, no se gastaba en recomendaciones. El otro era dirigido por mi tío Juan, mas platicador y dicharachero, de cierto modo mas regañón en sus indicaciones – de la que me salve – me decía para mis adentros mientras tomaba mi guante viejo y me dirigía a una posición que no desconocía: el “fielder” o jardinero derecho.

Y en el centro del diamante, en la lomita de los disparos, estaba flamante nuestro pitcher estrella, el que según mis tías había sido el “Sports Billy” de la familia. Con un dejo de seriedad en su bigote tupido y cabello entrecano, todavía en un pantalón de vestir y camisa de rayas arremangada, gorra recién adquirida que mostraba las silgas entrelazadas “LA”, ahí estaba mi viejo – yo les “pitcho” a todos para no cambiar posición – nos advirtió para así hacer la rotación mas sencilla.

Y el viejo a sus cincuenta y tantos aguantó estoico las casi nueve entradas lanzando a “Doña Blanca” a una velocidad moderada pero constante y a pelota controlada para favorecer a los bateadores. Tengo tan grabada esa imagen en mi memoria, pues como el ave fénix, el viejo surgía de entre sus cenizas para volver a florecer y ocupar el pedestal permanente en el que un chico de escasos nueve o diez años tiene siempre a su padre, a pesar de sus errores y vicisitudes.

Y me llegaba el turno al bat, y sentía como el viejo me zumbaba la pelota más que a los demás, me exigía de manera indirecta… y lo logre. En un turno de dos-nada, me lanzo una recta brava y no se como pero le mande la bola “caselachingada”, me volé una barda imaginaria pues le di la vuelta a las bases a paso lento. Y mientras los contrarios aventaban sus guantes al suelo, el viejo soltó una sonrisa a medias como para despistarla, le dio gusto y lo supe, le regale un momento de orgullo en su pasión beisbolera, a pesar de mi nula destreza para ese o cualquier otro deporte.

Con ese recuerdo me quedo siempre, mil veces, pelando sus dientes a medias debajo de ese bigote revolucionario, sin perder el estilo. Hoy ya no lo tengo, hoy son ya trece años que se fue y todavía es hora que le hecho de menos como aquel chico de diez cuando esperaba con ansias su llegada por las tardes. Ya no le tocó ver mi trabajo como coach, que me quedo corto ante el, y me quede pendiente con mil partidos de béisbol que ver tanto en televisión como en vivo, mil quejas de las travesuras de los míos, mil preguntas para él relacionadas con mis tribulaciones, mil consejos en forma de silencios, mil abrazos.

Te extraño viejo, te quiero, te mando un abrazo, donde quiera que estés…

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13 diciembre 2010

Reflejos retrovisores


Ahí estaba ella, su imagen reflejada por el espejo retrovisor del auto, mientras él emprendía su marcha. La distancia comenzaba a sumar y aquella imagen se hacia lentamente mas pequeña. Poca era la distancia recorrida y ya le desgarraba el alma, como si fuese dejando un rastro de sangre lenta, espesa y roja detrás de su auto. La herida se abría al momento en que la incertidumbre entraba por la puerta, ignorando cuando la volvería a ver. De lo único que estaba seguro era del momento que acababa de pasar junto a ella, en inolvidable entorno, como de ensueño, de alguna historia cautivante, publicable o prohibida. Pero el tiempo siempre apremia, los relojes desgraciadamente marcan horas, que a veces duelen por su significado; para unos las doce podrán significar la gloria, para otros el infierno, quien le manda marcar horas a esos malditos artefactos. El auto seguía su marcha, la distancia seguía sumando y la imagen era ahora casi inteligible, un pequeño manchón en aquel rectángulo – si no supiera que ese puntito es ella me volvería mas loco - se decía a si mismo mientras esperaba la luz verde del semáforo. ¿Qué se supone que debía sentir en ese momento? Mejor aun, ¿Qué se supone que debía hacer en ese instante? Ironías de la vida, que pasan de un instante sublime a un instante amargo, como son las despedidas, por eso él las odiaba, las evitaba, como lo acababa de hacer minutos antes de comenzar a monitorear aquel punto en su retrovisor como si fuera un radar de navegación aérea. Los sentimientos son extraños, como extraña es la vida cuando te presenta situaciones que no sabes descifrar entre oportunidades o escaparates. ¿No sabes o no quieres? Cada quien sabe la respuesta porque ambas posibilidades son validas, inclusive una tercera, o cuarta, o quinta, las que fueran. Y como todo, no puede durar para siempre, el instante se acaba al doblar con su auto la esquina y con ello hacer que el puntito desaparezca del retrovisor...
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10 diciembre 2010

Las ánimas desanimadas


Como el polvo que se levanta con una corriente de aire al abrir la puerta de aquel cuarto abandonado, así aparecen siempre esos fantasmas del pasado, esos cucos, ogros y brujas que nos vienen a espantar cuando menos lo esperamos y que se resisten a irse aun que pasemos la escoba o el plumero; son las ánimas desanimadas.

Y así como llegan se van, sin avisar, pero haciendo mucho ruido en el instante preciso. Y espantan, a veces más, a veces menos, y no son blancas y tiernas como Gasparin, son grises, son tétricas y de caras largas, son pesadas y cargan con todo el bagaje necesario para inquietarnos, para molestarnos, para hacernos crujir los dientes y estrujar la quijada, para querernos tapar con la mantita hasta la cabeza sin querer asomar ni un dedo.

Son ánimas sin ganas; desanimadas a no terminar de irse, animadas a quedarse chocarreando, espantando, evocando recuerdos; penando el muerto, desvelando el vivo, suspirando ambos.

El conjuro no funciona, ni el incienso ni los ajos ni la botica completa. Esas ánimas seguirán llegando, mientras sigan así… desanimadas. Habrá que tratar de convivir con ellas, motivarlas, animarlas, arrancarles una carcajada… convencerlas. O ¿será que todo es un espejismo y el convencido tiene que ser otro?
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07 diciembre 2010

El colero del recreo


Todos los recreos era lo mismo: ir a hacer fila a empujones para poder comprar cualquier chuchería en el puestecito de lamina (con anuncios de coca-cola) y eso si corrías con suerte de llegar a tiempo sin ser aplastado por los mas grandes, o en su defecto, llegar a tiempo para el armado de la cascarita del deporte en turno.

Y es aquí donde viene mi trauma mas grande, pues siempre era el ultimo, el colero, el que aunque llegara a tiempo, era escogido hasta el final, como premio de consolación o en el peor de los casos, me dejaban “para la otra” pues los equipos ya estaban en igual cantidad de jugadores y por lo tanto salía sobrando.

La sensación hervía la sangre en el momento pero, no se les podía culpar a los capitanes de tan drástica decisión, casi como cuando Menotti dejo a Maradona fuera del mundial del 78 por ser muy pibe; yo era una calamidad para cualquier actividad que exigiera la mas mínima destreza neuro-motora.

Todo deporte que intenté, el resultado fue un desastre. El típico jueguito de béisbol improvisado con una tabla o hasta una rama de árbol como bat y pelota de tenis; tan malo era que aun bateando con la mano me ponchaba, y si de “fildear” la bola se trataba, no cachaba ni fiado. El fútbol no era distinto, o abanicaba la pelota o le pegaba al piso, que no era mas que un llano de tierra, piedras y escombros estratégicamente desparramados para joder codos y rodillas y por ende romper pantalones y camisas y dejarlas en condiciones que aunque en mi caso fueran casi impecables, todavía merecían una buena puteada por parte de mi sacrosanta madre. El basket ni para que lo cuento, jamás de los jamases se me dio, nunca llegaba la pelota ni al tablero, mucho menos al aro, y eso sin contar con que si no era el enano en turno del salón, pues andaba dos o tres lugares arriba pero no dejaba de ser pequeño y enclenque.

Ni a las canicas le pegaba. Si un día me atrevía a llevar unas cuantas de mi corta colección, segurito me “lucaban”, como solían decir los ases del barrio para referirse a la limpia total de mis posesiones esféricas y cristalinas. Tan descoordinado era que, en una ocasión, quede fuera del proceso de selección de participantes para el clásico numero de baile para el Día de las Madres, porque nomás no me salía un mentado pasito que era como una mezcla entre el Moonwalk de Michael Jackson y un “zapatellele” del Piporro. Lo intenté durante lo que parecieron horas y después de varios resbalones, las coreógrafas (que no eran otras que las hijas adolescentes de la maestra de tercero) desistieron, así que para tristeza de mi jefecita, ese año solo participé tras bambalinas. Lo dicho por Ariel Rot, “los tipos duros no bailan, un tonto puede aprender”.

La alternativa natural a todas las calamidades antes expuestas era la de correr derechito al puesto de mugres para ver que golosina alcanzaba. Siempre luchando entre la multitud de gordos, niñas con trenzas y los gorilas de sexto año, que por cierto, siempre me dio la impresión de verlos demasiado grandes, algunos hasta con barba cerrada y cara de matones, y cuando yo llegue a sexto, no estaba ni demasiado grande, ni mataba una mosca y el único lugar donde tenia pelo era en la cabeza, todo arriba de las orejas, sin contar cejas ni pestañas. Pero hasta en el puesto era el último pues al llegar mi turno solo alcanzaba las sobras, un chicle “totito” mas duro que una piedra, o tostadas con chile trituradas, de las de “mero abajo”. Lo dicho, siempre fui el colero del recreo…
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28 noviembre 2010

De ruedas y ferias


No suelo hablar de cosas personales en este espacio, pero siempre existe esa necesidad. Todo son historias, prosa, reflexiones, cuentos, cartas… todo parte de un punto imaginario, y a veces la realidad y la fantasía caminan por una delgada línea divisoria, que se llega a dudar cual es cual. Lo sigo dejando a la imaginación, pues no importa al final de cuentas cual es la situación real. El espacio da para esto y más.

La famosa y trillada analogía que se hace de la vida como una rueda de la fortuna resuena hoy más fuerte que nunca. A veces pareciera que a esa rueda se le haya descompuesto algún engrane y no se mueva, y el vagoncito donde voy viajando se quedo abajo siempre, y se zangolotea, se mueve y en veces parece caer, pero sigue abajo. Al menos pienso “del suelo no paso”.

Estoy esperando al mecánico que venga a arreglar la rueda para que por fin pueda subir, y estar un momento arriba, disfrutar del viaje pues el tiempo se acaba y corro el riesgo de que me saquen del juego sin poder haber vuelto a la parte más alta. No se si la analogía permita modificar la historia para ver si se es posible bajarse de esa rueda y subirse a otra que te permita de nuevo subir y bajar, pero sin estancarse, que siga corriendo, arriba y abajo, con seguridad habrá esas dos alternativas, pero las habría, es mucho mejor que estancarse.

El problema es que me esculco los bolsillos del pantalón y no encuentro otro boleto, así que habrá que ver si me puedo escabullir a otra rueda que si funcione, o que me dejen entrar con mi boleto alegando que la otra no sirve, o esperar a que en la que estoy, decida moverse.

Ahora entiendo porque dicen que “cada quien habla como le va en la feria”…
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17 noviembre 2010

Corriendo corriendito


Ahí vamos apresurados por las calles, todos esos que nos diferenciamos de las demás especies animales por ser “pensantes”, los homo sapiens; y sin pensarlo, vamos atropellando cuanto sapiens y no-sapiens se atraviesa en nuestro camino.

Y es que no hay tiempo, todo es “ya” o inclusive era para ayer - Te gano dos pasos, te rebaso en el siguiente semáforo y si no al menos te llevas un souvenir (golpe, mentada, señal dactilar) de mi parte - Hasta los semáforos peatonales parecieran estar en este ritmo intrínseco, pues siempre a la mitad de la calle se cambia la señal que pareciera decirnos “córrele porque si no… te llamabas”.

Que si él llego primero, que ahora es mi turno, que si te distraes me meto, “el que se fue a la villa, perdió su silla”, pero todo porque tengo que llegar primero, tengo que estar a tiempo… ¿Primero en que? ¿A tiempo de que?

Ya no es sorprendente entonces ver ese tráfico vehicular en las calles a “vuelta de rueda” y con la sinfonía del sonido estruendoso de los cláxones, ah porque entre mas lo hagamos sonar, más rápido se moverá el tráfico, si ese truco todo mundo lo sabe. Y en las banquetas la historia no es tan diferente; hay que cuidar los codos, brazos y todo el cuerpo porque son presa de cada empellón. Y el “usted disculpe” quedo muy atrás en el pasado, en el olvido, como si la cortesía tuviera fecha de caducidad.

Ni como negarlo, soy un nadador asiduo de esas aguas turbulentas, por necesidad; pretexto trillado de la gran mayoría tal vez. Pero hoy me detuve a observar a esa fauna pensante y evitando empellones, pude llegar a mi santuario meridiano de nuevo, y meditar de todo y nada, buscando algo tal vez imposible de encontrar, pero muriendo en el intento.

Al fin me regale unos minutos de locura antes de volver al mundo de los cuerdos, de ir corriendo por calles y banquetas, para no llegar tarde a una cita inevitable, donde no tienen reloj pero si mucha indiferencia.
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31 octubre 2010

La ayudita


Suelo tomarlo negro, pero esa tarde, el desfile urbano ameritaba un cortado, y así lo pedí: cortadito “half and half”. Y todavía no terminaba de darle vueltas con la cucharilla cuando aparecía el primero de los transeúntes asiduos a aquel lugar. El desfile estaba por comenzar y yo, como siempre, tenía boleto de primera fila.

Haciendo sonar sus muletas a la distancia, Don Alex hacia acto de presencia en mi retirada mesa, como descubriendo a propósito mi escondite favorito y sin recordar mi cara o fingiendo, como en todo, un primer encuentro. Su letanía, previamente conocida, rezaba algo por el estilo: deportado por la “migra”, tuvo un accidente y perdió su pierna, vive del alquiler y “honradamente” pide una ayudita para salir adelante.

No lo niego, es difícil no estrujar el corazón con estas escenas… si no fuera la cuarta o quinta vez que don Alex hace su aparición triunfal en mi rincón favorito. Y para colmo me tomaba a medio sorbo. Mientras bajo mi taza solo alcanzo a repetir la ya también trillada frase de “ahora no traigo nada, mire, apenas para el café, y hasta la propina me reclaman”. Don Alex cambia el semblante, da las gracias casi en caravana, y se retira.

Yo creo que no tarde en darle dos sorbitos más a mi cortado cuando al poco tiempo llega Doña Brígida. Pero es que esta “seño” es punto y aparte. Siempre tratando de pasar desapercibida con una sonrisa y un ventanal que hace que Ronaldinho tenga la dentadura más perfecta sobre la tierra. Nunca falla; la doña siempre pasa de largo, esboza la sonrisa a manera de saludo, cortésmente la devuelvo y es así como se da la invitación indirecta. Siempre regresa con una voz aguardentosa y con una letanía diferente. No suele hacerlo pero la situación la ha forzado, esta desesperada y pide con mucha pena, una ayudita, lo que sea mi “santa” voluntad. De nuevo hago gala de mis nulas artes histriónicas con el famoso “ahora no traigo”, la doña me devuelve la sonrisa fracturada y se retira.

A estas alturas, pienso que mi tarde de café no seria igual sin este desfile sin igual, como a manera de excusa, para no renegar, pues la vida es así, y tiene de todo. ¿Quien no me dice que algún día este yo del otro lado de la acera? Así que prosigo con mi tacita, a tragos mas largos pues la temperatura de mi elixir ha cedido un poco y me lo permite, pero aun así lo voy estimando, pues el desfile aun no ha terminado.

Y es así como después de varios sorbitos de café, el desfile anunciado, y los vendedores de flores que siempre y tal vez por no dejar me ofrecen esa solitaria rosa, llega cerrando el desfile el típico “borrachito” de siempre. Haciendo el su mejor esfuerzo por articular palabras y yo el mío por entenderlas, se podría decir que logramos casi un dialogo. La misma pregunta, la misma respuesta, y la misma salida. A este amigo solo le falto el sombrerito para levantarlo educadamente y emprender la graciosa huida del lugar, no sin antes dar dos tropiezos.

Me termino el último sorbo de aquel café tan entretenido, y dejando la tan anunciada y escueta propina, paso a retirarme de mi rincón favorito, ese desde donde veo la vida en otra perspectiva. Y por supuesto, que sin querer retirarme, es que pienso que tal vez el que requiere la ayudita más que nadie soy yo, pero no en monedas… la de cosas que tiene la vida. Y mientras me retiro, ya estoy pensando en la siguiente visita a mi rincón, y el esencial desfile de las ayuditas.
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23 octubre 2010

Un ensayo perfecto, volumen II


Abrió los ojos y el panorama no podía ser mejor, un mirador estratégico desde donde se podía apreciar casi toda la ciudad, unas nubes a medio pintar y un viento lo suficientemente intenso como para despeinar, o para empujar a su amada hacia sus brazos.

Y ahí estaba ella, con su mirada tierna viéndole a el, diciéndole tantas cosas sin necesidad de palabra alguna. Solo atinaron a fundirse en un abrazo que después fueron dos, tres, cinco hasta perder la cuenta. El viento y los dedos de él jugaban con el cabello de ella, mientras el único ruido que irrumpía aquel silencio era el del viento arremolinado en los escasos arbustos, algún auto a la distancia, y también podría jurar que el de los audibles latidos de sus corazones.

No lo podía creer, la tenia ahí, frente a él, a escasos centímetros de distancia, en un abrazo eterno, con la ciudad a sus pies y con el viento a su favor. Por su mente pasaban tantas horas de desvelo, tantas palabras no dichas, tantos sentimientos no expresados, mientras ella solo atinaba a, sorpresivamente, sostenerle la mirada como en señal de un muto entendimiento, de identificación, de sincronía. Era como un ensayo perfecto para una primera cita, pero que se daba en la más pura espontaneidad.

Su corazón latía muy de prisa, era el momento preciso. Ella sabía lo que él sentía, pero tenia que decirlo, tenía que expresarlo. Tardando lo que pareciera una eternidad, y sintiendo cada vez mas su aliento, cerró los ojos y se fue acercando a ella. Cuando ese micro instante de eternidad de alguna manera anuncio su fin, él de nuevo abrió los ojos. Ella no estaba, solo estaba el viento, aunque podría jurar que todavía sentía su aroma en el ambiente…
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13 octubre 2010

Santuario Meridiano


El ambiente es el más propicio para la ocasión: una plaza pública, pequeña y con árboles que dan la sombra suficiente, bancas de concreto y espacio suficiente para el almuerzo o “lunch” y una caída de agua artificial que se supone regala paz al escuchar el correr del agua.

Me siento a disfrutar de un sándwich, mientras mi mente divaga un rato en lo que mi mirada va recorriendo las fachadas de los edificios contiguos, y paso ventana por ventana tratando de adivinar que hace cada ser humano, cada alma detrás de esas ventanas, si son oficinas separadas, si es una sola aglomerando varios espacios, si están a punto de salir a su “lunch break” o comen en sus escritorios.

Al tiempo voy recortando trocitos de pan y se los arrojo a las palomas, como en la canción de Calamaro, y me imagino que yo soy ese loco, sin porro, que me doy cuenta que el tiempo es muy poco. Pero, ¿el tiempo para que? Y sin responder sigo revisando las fachadas a mi alrededor, perdiendo el tiempo, divagando a propósito, pensando para no pensar, aun con todo y que el tiempo es muy poco, lo demás de tiempo no me sirve, y se siente una eternidad, en la mente de un loco, así lo es.

Y me doy cuenta que termino no por el tiempo, si no porque no hay mas sándwich ni mas pan que tirar a las palomas. Recojo mis cosas, tiro la basura (soy loco pero con conciencia ecológica) y dispongo a retirarme de mi santuario meridiano. ¿Hacia donde? ¿Norte o sur? Que mas da, voy a llegar a la misma rueda de la fortuna por cualquier lado, mejor sin prisa…
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09 octubre 2010

Buscando el ángulo


La sensación de ansiedad ahoga tanto, que la falta de aire se hace evidente en una agitada respiración. Salir a buscar aire fresco al exterior me lleva a caminar unas cuadras cuesta arriba, para luego regresar al mismo punto de partida.
Y me paro y observo, y busco el mejor ángulo para tener una mejor perspectiva del lugar que tengo frente a mí. Si me muevo más a la izquierda se ve más amplio, si me hago mas a la derecha y unos pasos para atrás, se ve más pequeño, es cuestión de perspectiva, es cuestión de locura y dicen que cuestión de tiempo. El tiempo es relativo, y la perspectiva, pues esa depende precisamente del ángulo del que se observa un objetivo que no es tan objetivo, pasa a ser mas subjetivo.

If home is where the heart is, then I am a hopeless homeless…

Y mi mente sigue divagando… mucho…
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04 octubre 2010

De almuerzos y reflexiones


Cuando la sensación de hambre no llega a avisarnos que ya es necesario alimentarnos, la famosa “hora del lunch” suele tornarse completamente indiferente. El menú de la cafetería local hace que mi búsqueda apunte hacia el exterior. Y mientras mi mente busca en sus rincones por la opción más nutritiva, mis piernas ya me han llevado al lugar de siempre.

Entro y pido lo de siempre con un poco de lo mismo. Me siento paciente buscando una vista hacia la calle. Es una esquina transitada que en veces se puede convertir interesante. Una chica se levanta de su mesa, móvil en mano y se dirige hacia el exterior como en espera de alguien. Hace una llamada y busca entre la gente con su mirada, como si fuera a aparecer ese alguien en cualquier momento. Que momento tan familiar, cuantas veces te he buscado entre esa amalgama de peatones y conductores, en un mundo en el que no existes, un imposible, y aun así mis ojos buscan.

El que espera desespera, pensaba para mi mismo. Casi al mismo tiempo que mi comida estaba lista, llegaba el tan esperado galán por la chica aquella, móvil en mano. Busque el rincón más solitario para medio comer. Y mientras picaba un poco de lo de siempre, se escucha en el sonido local una vieja canción solitaria ochentena, romántica. Y es justo en este momento en el que pienso en como hacer esta transición entre el dolor y el agradecimiento; no es nada fácil, pero ¿que es fácil en esta vida? Lo que no es difícil, eso que ni que.

Charola a medio terminar, salgo de aquel lugar y de la esquina parto a la primera dirección disponible para caminar, esperando que aquella caminata sin sentido me de alguna respuesta, o me lleve a otra esquina populosa, menos observada, donde pueda seguirte buscando sin encontrarte…
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27 septiembre 2010

De derrumbes y deslaves


Cuando la fuerza de la naturaleza pega con tanta intensidad, no hay “alma criada” (frase muy de mi mama, a su vez de mi abuela) que detenga su arrollador paso. Cuanto la tierra tiembla con fuerza, se pueden caer las estructuras mas altas, mas estéticas y mas fuertes en apariencia; todo queda reducido a escombros en cuestión de minutos. Tal movimiento trae consigo un sin fin de dolor, devastación, tristeza, desolación.

Cuando llueve, la naturaleza lo agradece y todo reverdece. Pero cuando llueve en exceso, la misma naturaleza cede y sigue un cause natural, y es cuando sobrevienen inundaciones, arroyos donde no lo estaban, agua, lodo en cantidades industriales, a una velocidad exorbitante y con una fuerza increíble, y se lleva todo a su paso, absolutamente todo. Como si el hecho no fuera suficiente, la lluvia en veces no para; sigue lloviendo sobre mojado. Tal desastre trae consigo inevitablemente mucho dolor, devastación, tristeza, desolación.

Cuando el movimiento telúrico viene de adentro, al interior del alma, de la persona, la sacudida es tan fuerte, que igual, sientes como todo se derrumba, por mas cimentado que pienses que estés. Y claro, después sobreviene ese dolor, esa devastación, esa tristeza y esa desolación. Casi junto con pegado, llega una tormenta que no para, para llover sobre mojado. El agua no deja de caer del interior y se forman esos arroyos extraños, y sientes como se llevan todo a su paso, simplemente arrasan. Y si, llegan acompañados de esa gama de sensaciones: dolor, devastación, tristeza, desolación.

Pero aquí sucede algo diferente a los desastres naturales, y muy similar a la vez. El ser humano, dentro de su fragilidad, tiene la manera de crear un sistema de cimentación mucho más fuerte y más estable que el de cualquier edificio hecho por él mismo. Tan es así que muchos pasan por tales desastres internos, y salen adelante con más fuerza, y continúan en la lucha, y vuelven a construir, y aprender a volver a vivir, a volver a volar.

Ahora, lo que nos semeja, es la reacción, precisamente humana, posterior a tales desastres: la solidaridad. Una solidaridad que se muestra en los momentos mas difíciles, cuando el que sufre mas lo necesita, y que se da espontánea, así nomás… dar es dar.

Así que, habrá que enfrentar los terremotos y las tormentas de esa manera, con fuerza, para que nuestro cimiento nos permita recoger esos pedazos de escombro que se quedan esparcidos por todos lados, y dejar que la tormenta pase para comenzar las tareas de limpieza y de reconstrucción. Y si pareciera que los temblores son continuos, pues a conseguir casco y aspiradora para recoger todos esos pedazos, un impermeable para la lluvia, una cuerda, una lámpara y a darle. Y recordar que esto, por mas duro que se sienta en el momento, esto también pasara.
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19 septiembre 2010

De crepúsculos y miradores


El subir la cuesta en una tarde. El crepúsculo que va quedando atrás, como una postal imborrable, preciosa y precisa. Los unos que se detienen a admirarlo, los otros que nos seguimos de largo. Adultos, niños, ancianos, parejas, un que otro solitario. Todo eso voy dejando a mi paso, por las ventanas y por el retrovisor. Mi auto se convierte en una capsula hermética que me aísla de lo que sucede por fuera. No logra su propósito del todo. La luz de la luna apenas naciente se cuela por el techo solar y me ilumina, y me recuerda de golpe que no estoy aislado, que vivo en un mundo, de personas, de emociones, de distracciones, de situaciones y de frustraciones.

Sigo mi camino y gracias a ese crepúsculo, sigue iluminado de un tono rojizo que baña las montañas cortadas como con un serrucho por la mano del hombre en aras del avance, para dar paso a los vehículos, para darme paso precisamente.

Y en ese preciso instante, donde mas aislado me quería sentir, se abre la puerta y una gran cantidad de recuerdos y sensaciones recorren mi ser, todo gracias a la postal que acabo de pasar de largo. Todo transcurre durante mi camino montañoso, y todas esas sensaciones me hablan, me invaden y curiosamente, me hacen sentir mas humano, con sus errores, defectos y costumbres, como buen ser humano.

La vida no es perfecta, y el momento se termina al llegar a la luz roja del semáforo que espera al final del camino. Vienen a mi mente otros pendientes, y lentamente siento como la puerta se cierra, y la tortuga vuelve a su caparazón. Miro hacia delante y espero la luz verde. Creo que mi vida tiene que ser así de ahora en adelante, mirar hacia enfrente, y esperar la luz verde… esa que llega en un minuto, o que si el semáforo esta descompuesto, nunca llega, solo el “alto” con precaución…
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20 agosto 2010

Rompecabezas


Alguna vez leí o escuche por ahí, algún juego de palabras o frases referente a que ante la adversidad, había que recoger los pedazos que quedan de uno y levantarse y seguir. Quien lo dijo no se equivoco (y también es grosso); es dificilísimo.

Es como un movimiento telúrico, y yo no estoy acostumbrado a los terremotos.
Es como un huracán y yo vivo en el desierto.
Es como un apagón largo y yo soy un tipo de ciudad, acostumbrado a la electricidad.
Es como estar en la zona cero de una bomba y yo no soy héroe ni bombero.
Es como las caricaturas de Juan Sin Miedo y yo soy una gallina de mierda.
Es como juntar mil piecezillas y yo siempre fui malo para los rompecabezas (rompepelotas)

Y dicen por ahí que siempre hay luz al final del túnel, a modo positivo tal vez, no se si refiriéndose a la tan mentada luz que dicen que ven los que no han vuelto. Nada es definitivo en esta vida, solo la muerte y esta última forma parte de la vida misma, un misterio sin resolver, un ciclo inexplicable.

Por lo pronto, aunque yo no vea la mía, se que por ahí me espera la luz del faro, solo que mi barca todavía esta en alta mar, en medio de la tormenta perfecta, horriblemente perfecta. Veamos en que condiciones encalla la barca, de que llega, llega. No se sabe ni el día ni la hora; así llegue una triste astilla, va a llegar.

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16 agosto 2010

Diario de un frustrado suicida, volumen IV

Estaba decidido. El agobio era mucho, los intentos varios y los resultados nulos. Y esta vez no seria poético; sin hacerse señalar el lugar exacto de su corazón para partirlo literalmente en dos, o tomando el veneno mas eficaz para una partida lenta, ni el salto de un edificio que terminaría en un contenedor de basura. Esta vez lo esperaba otro método de fabricación austriaca para lograr el tan anhelado cometido. La vieja Glock 17 le esperaba con el cargador repleto – por si las dudas – decía el frustrado suicida. Todo estaba preparado, todo estaba servido, y todo estaba listo. Previa nota preparada y corregida por cuarta ocasión (la cual todavía mostraba los borrones y tachaduras de tales enmiendas), lo demás era lo de menos, era la hora, que no era ninguna hora especifica, pues de nuevo, pensaba que sin cursilerías seria mucho mejor, pues cualquier elemento de planeación podría traerle sentimientos de arrepentimiento y esta vez estaba decidido a no fallar. Ya era personal. Y así, sin mas preámbulos, empuño la escuadrita, la apunto sobre la sien, y mientras comenzaban a pasar los retratos de su vida en milésimas de segundo, jalo del gatillo…. “click…..click….. click…..”. Es hora de volver a tachonear la nota…
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06 agosto 2010

On the road again, in two wheels


En ese momento pensé "es ahora o nunca". Y llego la tarde, y llego el momento, a desempolvar la "maquina perfecta", a revisar detalles, a inflar llantas, asegurar de llevar lo adecuado, a buscar la indumentaria apropiada que lucia arrumbada en un rincón de ultimo cajón de ropa. Y listo! la bicicleta me esperaba, el mundo exterior con sus nubes y su cielo, con sus caminos y sus olores y sus paisajes me esperaban.

Y que recibimiento me iban a dar; parecía que hubiese sido ayer la ultima vez que me subí en ella y fui a dar mi vuelta. Todo lucia como nunca, o como siempre. Los arbustos despidiendo ese olor, aunque después muera levemente de alergia. El camino de pendiente mas inclinada me esperaba igual, y me exigía esfuerzo, mas que el de costumbre por mi falta de perseverancia, directa o indirecta. La fauna urbana y desértica me observaba mientras trataba de hacer mas ligero mi paseo cambiando de engrane la cadena.

Intente hacer de esto un reencuentro documentado, con imagenes, algunas en mi mente, otras en una cámara. No pude captar todo, en momentos decidí dejar todo en mi mente y solo seguir el momento sobre ruedas, dejarlo fluir y recordar como era eso de pedalear. Y lo logre. Al final de cuentas mi "maquina perfecta" no estaba peleada conmigo, simplemente me esperaba fielmente, para seguir adelante en el kilometraje, para seguir con esas metas pendientes, esos logros, esos sueños, esas victorias compartidas, y ese oxigeno que alcanza para mas de uno, de paseos recreativos, y de rutas competitivas.

Y así sucedió, repentinamente. El doctor dijo "si" y por ahí me colé. Ni tiempo le di al titubeo, me lo tome como lo que era y el día se complemento perfecto. Gracias a mi maquina perfecta por todo lo que me regala. Gracias a la vida por otra oportunidad, esta y tantas que me sigue regalando. Es bueno sentirse así de nuevo, abrir los brazos y sentir el viento que recorre nuestro cuerpo, mientras miro al cielo y me siento libre, me siento vivo; ahora se que puede ser con ruedas o sin ruedas... aunque con ruedas adelanto la sensación.
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29 julio 2010

El biónico


Lo conocí mientras caminaba por la plaza. De mirada noble, cabizbajo pero seguro a la vez. El aspecto desaliñado de su rostro y vestimenta lo harían parecer un vagabundo mas de los habituales del lugar, pero no era así, el era un caso especial.

“Yo soy biónico” me decía mientras bajando mi mirada, alcanzaba a llegar a una de sus extremidades inferiores. Donde por lo general existen una tibia y peroné, no había tales, solo un tubo metálico, delgado, gris, frío, y con un zapato al final haciendo las veces de pie. El hombre caminaba con la mayor naturalidad a la medida de sus posibilidades.

“Mira, soy biónico, checa”… me decía al tiempo que golpeaba su “pierna” metálica con un llavero en forma de destapador de botellas. – Clank, clank, clank - sonaba aquel golpeteo del llavero en la superficie de su no tan nueva pierna (de Titanio y con un par de calcas de no se que, cabe aclarar) mientras advertía que el hombre sonriente buscaba en mi mirada una sensación de asombro.

Y yo, tal vez de manera egoísta, le robaba aquella ilusión que le pudiera otorgar mi cara de asombro, al poner contrariamente una cara de la mayor naturalidad posible, mientras solo atinaba a asentir con mi cabeza y felicitarle por su pierna “biónica”

El siguió a lo suyo, yo a lo mío, el su camino y yo el mío, el al oriente, yo al poniente. Y mientras me alejaba, no podía sacar de mi cabeza un pensamiento - y pensar que me quejo de un dolorcito de rodilla y de un malestar de espalda….
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25 julio 2010

Sensaciones sobre ruedas


Por cuestiones todavía sin identificar con precisión, una lesión me ha mantenido ocupado en unas cosas y alejado de tantas otras que amo con pasión, que aunque no son muchas pero las hecho de menos. Las nuevas han sido más filosóficas y pensantes, y me mueven mi estado de ánimo y mis planes de vida. Las otras que he dejado: una, patear la bocha, jugar al futbol con mis amigos, y la segunda: la maquina perfecta, el mejor invento del hombre después de la rueda; la bicicleta.

En ella, mas que hacer ejercicio, experimentaba yo un sin fin de sensaciones “sobre ruedas”, que me llevaban de un extremo a otro en el espectro emocional, desde las mas sublimes hasta las mas perversas. Podía pasar de un estado casi de trance mientras paseaba junto a arboledas quietas, a estados de ira mientras mentaba madres al conductor de auto que acababa de hacerme un quite cual torero, pasando peligrosamente cerca de mi llanta trasera.

En las mañanas de otoño, es notorio el olor a una yerba común de estas tierras, mi abuela le llamaba “gobernadora”, un olor agradable que se acentúa con la humedad relativa en el ambiente. Ese olor, encima de las dos rueditas, me transportaba a otros tiempos, cuando mi padre usaba esa yerba para todo lo que quisiera curar, buenos tiempos. Los caminos por el valle a orillas del Bravo en la parte americana me transportan a los tiempos de niño, visitando familiares, granjas, vacas, gallinas, vida pasiva, tranquila, sin mucho movimiento, y árboles enormes. Existe un tramo de camino el cual esta flanqueado por nogales a ambos lados, y su copa es tal que se junta con la del lado contrario y forman una especia de túnel el cual, entrado el otoño, forma un espectáculo digno de inmortalizar en una postal. La sensación de pasarlo en bicicleta es inigualable, los colores, la vista, los olores… ¡todo!

La sensación pedaleando en soledad por algún camino intransitado pero pintoresco es única. Es una sensación de libertad, en la cual le quieres gritar a los cuatro vientos que eres libre, único, que todo lo puedes y que nada te vence. Como si los problemas diarios fueran a escuchar tu reclamo en silencio o a pulmón abierto sobre ruedas, pero bueno, ya será problema de ellos, por lo pronto a mi me alcanzaba para eso, y la sensación de mejoría no me la quitaba nada ni nadie.

Y casi al final, el esfuerzo cuesta arriba, para llegar a la parte crucial, a sudar, pujar, para subir, para poder llegar, casi terminar. Dentro del esfuerzo casi sobre humano y el monitoreo de mi ritmo cardiaco, venían siempre a mi mente todas esas veces que dije “no puedo”. Después de subir esa cuesta, carajo, de que se puede, se puede, y mi mentalidad cambiaba, y me sentía victorioso. Pequeñas victorias que, cuando son compartidas, son victoria suficiente para las partes involucradas. El oxigeno ganado siempre alcanza para mas de uno. Bocanada de aire fresco para reservar en la semana.

Aun debo esperar, por algo será, pero ya anhelo el momento en el que tenga que preparar la noche anterior, a veces hasta altas horas de la noche, detalles como presión de llantas, grasa, cadena, cambiador, piñones, y todo lo demás, alistando mi maquina perfecta para lo que anticipo será otra aventura mas, de sensaciones sobre ruedas.
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17 julio 2010

De tíos de cariño


Cuantos de nosotros en algún momento de nuestras vidas, especialmente en nuestras niñez, hemos tenido un tío o tía “de cariño”; de esos que aunque no les una un lazo sanguíneo a nuestra familia, les una un enorme lazo, a veces mas grande, de amistad con nuestros padres. He aquí una carta para una de esas tías “de cariño” que yo tuve cuando era niño, una gran persona, una gran mujer, con un corazón enorme para dar y repartir. Hoy, con lágrimas en los ojos, mi corazón y mis letras van para ti, mi querida tía Bertha….

Hoy me acorde de ti, tía Bertha. Esa mujer grande, de tez blanca, ojos aceitunados y rasgos árabes, que venían de herencia familiar. Con un enorme corazón, tan grande que no te cabía en tu cuerpo, por eso se enfermaba… curioso, compartías ese rasgo con mi papa y ahora conmigo. Recuerdo perfectamente tu casa, en un barrio antiguo pero pasivo, de los que ya no hay en estos tiempos. Aquella sala con figuras de porcelana por todos lados, y esa foto clásica antigua de tus papas colgada en la pared; de ahí venían tus rasgos, ese senior “güero” con bigote pronunciado al mas puro estilo del “harbano Jalil”, y tantos recuerdos mas, rodando en ese piso de madera perfectamente ensamblado.

Me llamaba tanto la atención que a mi papa le decías “León”, yo preguntaba por que y nunca obtenía una respuesta concreta; no importaba, yo era feliz en tu casa, ahí me sentía querido, respetado, escuchado, amado. Como no me iba a sentir importante si era pues el hijo de ‘León”. Le brindaste una amistad incondicional a mi padre hasta tus últimos días, cuando por un accidente te perdimos de esta tierra, pero no de nuestros corazones, al menos no del mío, heme aquí. Creo que tu le comprendías mas que nosotros, como me hubiera servido eso ahora, para sentir que alguien me comprende de esa manera.

Recuerdo tus hijos, ya adultos pero siempre bromeando conmigo, con una sonrisa franca y amable, y esas reuniones, donde todo eran risas, camaradería, música, un ambiente inigualable. Tristemente, muchas veces fue mejor que el de mi propia familia pero bueno, la vida es así ¿no? Nada es perfecto, pero para mí, esos momentos si lo eran. Así como cuando pasábamos a tu casa antes del partido de béisbol para que mi papa dejara estacionado frente a tu casa el auto en turno, y así sentir mas seguridad, y caminar las tres o cuatro cuadras hacia el estadio sin pagar estacionamiento. Al final, si no era tarde, siempre había algo de cenar para los dos, algo “priceless”.

Los tiempos cambiaron, nosotros nos mudamos, luego te perdimos, y mira, ahora me acuerdo de todo esto, que me llenaba tanto, y me hacia sentir un niño feliz, que no necesitaba de mas familia que la tuya. Hoy las cosas no han cambiado mucho tía, pero me regocijo en el recuerdo de haber tenido ese cariño aunque fuera por un tiempito.

Hoy mi corazón, mis lagrimas y mi plegaria están contigo y con tu recuerdo, esperando que me sirva para evaluar lo que ahora tengo, y lo que esta en mi poder para enmendar y volver a ser feliz como lo fui muchas veces en el patio de tu casa.
Un abrazo y un beso tía Bertha, donde quiera que estés….
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11 julio 2010

Descanso musical dominical

Han sido días duros, días lindos, días de futbol, de lesiones, de lecciones, de todo. Ya me pondré al corriente con la de historias que han pasado por mi mente en estas noches eternas de dolor y de alegrías.

Ahora solo quiero compartir una de estas tantas, que descubrí por ahí en el ya famoso y consabido “TuTubo”. Es un cantautor uruguayo, para mi gusto magnifico, con una pieza que tiene una combinación tan perfecta de instrumentos sencillos y efectos modernos, poesía recitada que se aleja mucho del rap, y que suena simplemente magnifico para el propósito buscado.

Hay tantas cosas, yo solo preciso dos…..Disfrútenlo!

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28 junio 2010

Hasta que se escuche el último “crack”


Lo he escuchado miles de veces “ya deja esa madre, luego no vas a poder ni moverte”, “Déjalo, no tiene caso, ya no estas en edad” , algunos hasta van mas allá al decirme “Porque sigues jugando ese deporte de nacos”… pero nada me convence, nada, yo voy a seguir jugando futbol hasta que el cuerpo aguante, hasta que la rodilla se joda y diga no mas.

Por ahí leyendo historias del Negro Fontanarrosa, descubrí que además de ser un excelente caricaturista, era un hincha de futbol y ávido jugador de los “picaditos” (cascaritas) domingueros. Y en sus anécdotas, debido a una enfermedad que lo aquejaba, mencionaba que lo iba a practicar hasta que el cuerpo se lo permitiera. Y así sucedió.

Pues al igual que el y que muchos, tal vez estoy poniendo mucho en juego pero, no me importa, yo le sigo hasta que la pinza no apriete mas, ceda y se tire de palomita por ultima vez; hasta que se escuche el ultimo “crack” de mi rodilla (o rodillas). Mientras tanto, le voy poniendo grasita a mis zapatos de futbol que ya les hace falta, me compro un tubito nuevo de “bengay” y apartamos Domingo para seguir pateando la “bocha” que tantas alegrías me da, junto a un grupo de locos que seguimos este ritual dominical, mejor que cualquier monje religioso que se digne de ser devoto.
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20 junio 2010

La radio de noche


El calor se dejaba sentir con fuerza esa tarde. La única esperanza para mitigarlo era el caer de la noche, pero aun así, el ambiente era ideal: un jardín, una noche de verano, hojas de árbol sacudidas por una leve brisa nocturna, antorchas alumbrando el recinto, y una música tenue, agradable, simplemente perfecta.

El iba invitado por parte del novio, ella invitada de parte de la novia. Llegaron como dos completos extraños, coincidieron como dos hojas de árbol de diferente color, que caen juntas arremolinadas por una leve corriente de viento. De dos mundos diferentes, pero con una extraña serie de similitudes asombrosas.

Su plática fue deliciosa, entre risas, rostros de sorpresa y alegría, música, un poco de vino, la noche, las estrellas, la luz de las antorchas, más música y un poco de baile. Era como estar escuchando una radio por la noche, especialmente en la Amplitud Modulada, donde las frecuencias son tan fuertes, que traspasan ese espectro electromagnético para entrar una en la otra y compartir el ancho de banda. Así fue ese cruce de caminos tan paralelos.

La velada caprichosa llegaba a su fin. El se fue por su lado, ella por el suyo. El con una dirección de correo electrónico, ella con una dirección de red social. – Mañana te busco – te mando un correo. Un beso en la mejilla y un intento de abrazo a causa de la todavía naciente confianza, sello aquella noche de ensueño para ambos.

Su camino a casa no fue el mismo. Mientras conducía hacia su destino por las calles de la ciudad, hacia un recuento de esa exquisita experiencia recién vivida. Encendió la radio mientras en su mente trataba de explicarse muchas cosas – ¿Serán posibles esas similitudes? De pronto, la radio, sintonizada en la Amplitud Modulada perdió señal, para dar paso a esa mezcla común en las noches, de dos estaciones en una frecuencia. Y tocaban algo que parecía ser una melodía moderna de rock ingles, con un fondo de sonido de bandoneón, propio de un tango. El dibujaba una enorme sonrisa mientras paraba de sintonizar la radio para seguir escuchando por un rato más su “nueva” estación.
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10 junio 2010

Vigilia mundialista


San Caralampio, que juegue bien Blanco.
San Goloteo, que el Chicharito sea líder de goleo.
Santa Cachucha, que el Conejo este trucha.
San Tito, que el miedo sea poquito.
San Cucufato, que el Guille Franco no se haga pato.
San Ahoria, que el mundial nos sepa a gloria.
San Cayetano, que Francia no nos de por el…… lado izquierdo.
San Jasmeo, que el publico no nos haga el feo.
San Agapito, que se acabe el “ya merito”.
San Nicanor, que este mundial nos vaya mejor.

Oficialmente estoy en un estado de vigilia mundialista. Como ya se habrán enterado algunos, soy seguidor del futbol, me apasiona, lo practico, lo veo, lo vivo. Este mundial nos trae muchas ilusiones a algunos, a otros tal vez no les importe tanto, al menos es una distracción muy bienvenida, a todos los problemas que vivimos a diario en nuestras comunidades, trabajos, vidas, etc. Y lo tomamos como lo que es, al fin de cuentas es parte de nuestra realidad, una que no debe de ir mas allá de las pantallas.

De mas estaría decir que tal vez la frecuencia del posteo no será tan prolífica como en anteriores ocasiones, pero aquí seguimos, al pie del cañón, con lluvia o con sol, con días azules o con cielos azules, y con futbol o sin futbol…
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07 junio 2010

Don Fortunato


Su apariencia no es muy prolija, pero la disfraza bien con una sonrisa eterna de oreja a oreja, unos anteojos de pasta gruesos y enormes, con una lente que bien podría comenzar un fuego al paso de la luz del sol, y unos audífonos de walkman viejos. Pero lo que sobresale, es una enorme sonrisa que contagia, a pesar de la hora, del día, de la tribulación en turno; no puedes evitar sonreír con el.

Don Fortunato no habla mucho, me atrevería a afirmar que nunca le he escuchado pronunciar palabra alguna, solo camina, observa y sonríe. Lo veo puntual atravesando calles y estacionamientos, jalando siempre de un carillo de mercado, con cosas que no recuerdo, pero siempre con algo. Camina apresuradamente, o hasta donde su cojera le permite desplazarse de manera acelerada. No para, es como una pequeña hormiga que se desplaza rápidamente, pero que para nuestros parámetros va lenta, quedo, piano. Renguea de un pie, pero nada lo detiene.

Para los demás podrá ser un desdichado, un viejo vagabundo, un desafortunado, pero yo dudo que Don Fortunato se perciba a si mismo de esa manera. Es mas, yo pienso que nada de eso le importa, mientras tenga siempre una melodía en esos auriculares que lo distraiga de todo ese ruido contaminante que otros llamamos “vida moderna”, el sale bien librado siempre con una sonrisa.

Aun así, creo que Don Fortunato descubrió la formula hace algún tiempo, por eso es que no dudaría que por esos audífonos no pase melodía alguna. ¿Cuándo fue la última vez que le cambio las pilas a su walkman? Necesito conseguir uno de esos…
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04 junio 2010

Musicaleando

Voy a hace un cambio. En algún tiempo aquí solo guardamos historias, cuentos, y demás letras encontradas en el ático, pero eran letras exclusivamente. Luego me adentre en una aventura llamada Radio Retro, de la cual me lleve bastantes satisfacciones y buenas experiencias. El sitio de Radio Retro todavía existe, pero ahora, como este mítico Ático, también comienza a albergar algo de música de garage, que aunque a la fecha sean solo "covers" de música original, pues van definiendo un poco mas algo de estilo y a la vez sirven de ensayo para mejorar en esta aventura nueva que por simple deducción he decidido llamar "musicaleando".

Procedo pues a compartir esta parte con todo el que por aquí se atraviese. Esta es una versión sin muchos cortes y minimamente editada de "I still haven't found what I'm looking for" de U2. Se valen las criticas, porque esos fantasmas hay que enfrentarlos con una óptica especial para que sean cimiento del proceso de crecimiento.
Disfruten de su Viernes...

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28 mayo 2010

Masticando la vida


El día pintaba bien; cielo medio nublado y la temperatura agradable, excelente para salir a buscar algo de comer, de paso caminar y tomar algo de aire fresco, no tan puro pero si fresco y no tan artificial como el del claustro de concreto que solemos llamar “la oficina”.

Cruzo la calle y camino a paso apresurado, con la presión normal del tiempo limitado para degustar el famoso “lunch”, pero en segundos reparo, medito y decido relajar mi paso – no me voy a morir mas viejo por acelerar mi paso ahora - así que me decido caminar lento, meditativo, mientras observo a mi alrededor.

Y mientras observo mi camino es cuando lo descubro: un mosaico variado de gomas de mascar aplastadas sobre la banqueta. Mosaico de colores, sabores y olores, dependiendo del tiempo de vida del “recuerdito” plasmado en ese camino peatonal de concreto.

Algunos lo podrán llamar mala educación, mal gusto, falta de conciencia, cochinada; y si, tal vez lo sea, pero no dejo de pensar que detrás de esa Pléyades de “chicles” se esconden historias urbanas de personas que por descuido, por desidia o por convicción, dejaron ya plasmado ese recuerdo en las mentes vagas de los peatones que circulamos por esos caminos tan exclusivos y excluyentes a la vez.

Detrás del típico “motita” color rosa se aloja la historia de un estudiante que se deleita en su manjar mientras cuenta las horas para salir de clase y llegar a su casa. Y que decir de la goma de tonalidad verdosa sabor y todavía olor a menta, en la cual un apresurado candidato intenta llegar a tiempo a su entrevista de trabajo, tratando de mantener un aliento fresco. Una goma blanca esconde al fumador en proceso de rehabilitación, que la usa y la desecha casi a la misma velocidad a la que lo hacia con los cigarrillos para vencer esa ansiedad que lo llama desde la banca de al lado donde unos cuantos esperan el siguiente autobús mientras disfrutan del humo de sus tabacos.

De esta manera, de miles de historias están tapizadas muchas de las banquetas que a diario recorro, y de nuevo pienso, tal vez es de mal gusto, es inconciencia, es cochinada de la gente que las tira al suelo, pero hoy decidí verlo con mas calma, con un toque mas humano. No nos vendría nada mal darle ese toque humano a nuestras vidas, sobre todo con lo que escuchamos, presenciamos y vivimos en los últimos tiempos en nuestra comunidad y alrededor del mundo, porque a veces también nosotros vamos caminando por ahí masticando la vida.
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23 mayo 2010

De orígenes y otras fumadas

No es un secreto, me considero un ciudadano universal, del mundo, aunque mi pasaporte diga una cosa, mi lengua y mi cultura digan otra y mis gustos y aficiones digan otra más. Algunos podrán llamarlo des-ubicación, desapego, malinchismo, traición, etc. Yo no le llamo de ninguna manera, simplemente lo vivo, lo estudio, y ahora me doy cuenta que tal vez tenga una razón de ser.

No tiene mucha ciencia, mi origen es mestizo, como el de muchos en estas coordenadas geográficas pero ¿el verdadero origen? ¿Habrá por ahí alguna mezcla rara, alguna cultura diferente que jamás imaginara ser descendiente? Posiblemente, y para mi sorpresa, pudiera serlo.

Siempre he buscando otras culturas, siempre me he identificado con algunas otras más, como que les entiendo, o al menos trato de ponerme en sus zapatos, y sin ser intelectual desechable o viajero incansable. En ocasiones me encuentro leyendo, viendo algo por televisión extranjera o escuchando alguna experiencia de alguien más y me digo “como no tengo un tele-transportador como los de Star Trek en estos momentos”. Y una de estas culturas que de alguna manera he admirado o me ha interesado es la Judía. Acepto que no conozco el alfa y omega de ellos, al menos algunas cosas pero lo que si les admiro es lo que algunos les llegaron a envidiar al grado de discriminarles y haberles tratado de eliminar de la faz de la tierra. Su tesón por salir adelante a pesar de tener mil cosas en contra, su interés por las letras, por las ciencias, por la música, y porque no, su sistema para ayudarse en lo económico.

Resulta que en cierta ocasión, escarbando por ahí en los terrenos de San Google, mientras buscaba información acerca del pueblo natal de mi mama, me encontré con un escrito que me sorprendió. Pero lo que mas me dejo con la mandíbula caída es que, muchas de las cosas que el autor del escrito expone de manera teórica e hipotética, pudieran tener algo de certeza, y esto lo refuerzo con algunas de las historias que mi madre me ha contado, de situaciones, costumbres y hasta simples nombres de pila originarios de su pueblo.

El señor Edward Rensin, autor del escrito, menciona además del antecedente histórico, lo que un tío le platico acerca de las personas del pueblo. Uno de los puntos más convincentes para mí, es el origen del nombre del pueblo. Según la historia oficial, el nombre del pueblo, “Uruachi”, proviene de la lengua raramuri (lengua de la etnia Tarahumara, común de la región) y que significa “lugar de palmas” o “lugar de piedras negras”. Mientras se ponen de acuerdo, creo que no predominan ni predominaron nunca o las palmas o las piedras negras. En cambio, la teoría del senior Rensin afirma que pudiera provenir del hebreo “Uruachim” que significa hermandad, la hermandad de judíos peninsulares que huyeron de la “santa” inquisición y buscaron el rincón mas apartado de la nueva colonia.

El segundo punto que me parece cobra fuerza en su teoría es el de los nombres de pila de los habitantes y lo que tiene que ver con la religión. Lo más común en la Nueva España era que todo pueblo fundado por los conquistadores, pasaba por la bendición de los religiosos, quienes consagraban las fundaciones con la edificación de un templo o catedral, según sea el caso. El pueblo de Uruachi tiene iglesia pero esta se construyo mucho después, ya en el siglo XX y nunca tuvo un párroco asignado. Rensin afirma que esto fue como castigo de la iglesia a los judíos que ahí se asentaron y por ende no necesitarían de los ritos católicos. Esto lo corrobore con charlas con mi madre, en las cuales cuenta que nunca hubo sacerdote católico en el pueblo. La gente tenia que esperar meses, en ocasiones años para recibir los distintos sacramentos a la siguiente llegada del sacerdote de paso. Lo mas importante, es que cuenta mi madre y algunos de sus familiares, que en un cierto caso particular, a falta de sacerdote, un senior del pueblo de nombre Simon N, llevo a la pareja a desposarlos a una cueva lejana, en la que el hacia las veces de oficiador, y usaban una especia de “cuero de chivo” para la celebración “secreta”. ¿Cualquier semejanza con el rito judío del matrimonio es mera coincidencia?

En el articulo se mencionan mas puntos, unos que considero también bastante validos, otros con menos peso, pero no por eso deja de ser verdaderamente sorprendente. Obvio que esto no me afecta en absoluto mi posición actual frente al mundo; sigo siendo la misma persona con la misma actitud, con las mismas creencias y con el mismo pasaporte, pero no deja de sorprenderme como es que los seres humanos somos una extraña telaraña tejida tan cuidadosamente, que no hay cabos sueltos.

Mientras esta teoría es o no verdadera, me quedo con lo que me toca, el amor por la música, algo de las letras, el estudio e investigación constantes de lo que a mi paso se atraviese y mi afición por ser ciudadano del mundo. Y mientras me pongo a cantar y bailar el Hava Nagila, les digo Shalom!

(Link al escrito antes mencionado por si no lo pescaron a la primera: http://www.jewishsightseeing.com/2009-SDJW-Quarter2/20090621-jewish-sunday140.html#Kulanu)

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21 mayo 2010

Palomazo

A mi me hubiera gustado haberme aventado un palomazo con estos grandes ¿quien no tiene su sueño guajiro? He aquí uno de tantos. Los descubrí hace poco, no sabía que se hubieran reunido bajo un nombre de agrupación. Creo que ya se había hecho antes pero ellos pusieron la moda, como después algunos otros grandes se juntaban bajo algún nombre raro y desconocido, y sacaban un álbum inédito, tal vez dos. Me quedo con Dirty Mac, aunque también con los Traveling Willburys. Un “line-up” de lujo: John Lennon, Keith Richards, el maestro Eric Clapton (con cara de niño) y Mitch Mitchell.

Como que es Viernes de Jam….


Por cierto ¿que estará Lennon comiendo en ese plato hondo en el video? Adivinemos…
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18 mayo 2010

El elixir mañanero


Otra mañana de Lunes, y de Martes y del día que sea, pero que difícil se me esta haciendo la sencilla tarea de mantenerme despierto y parecer estar “vivo” en este mundo de muertos ambulantes. Pero como siempre, recurro al que ahora ya es remedio, compañero, pretexto para reuniones y buenas charlas, y acompañante solitario: el café.

Al tiempo que bebía de mi taza quise recordar el tiempo que lo llevo bebiendo, como fue que comenzó, quien fue el cómplice y demás etcéteras. Bien dicen que recordar es vivir, y esa introspección me llevo a tiempos lejanos; brincos atrás en el túnel del tiempo.

Creo que mi primer intento de “cafetear” fue en casa, con mi mama, cafetera de corazón, quien con el tiempo se tomaba tantas tazas, que mejor recurrió a un infalible remedio para dejar de contarlas: se las tomaba en tarro cervecero. El primer tarro fue algún regalito de esos que te traen de algún viaje o que se yo de donde. Mejor uso no le pudo encontrar mi madre, y asunto arreglado. Después con el tiempo, llegaron mas tarros, y ya en la actualidad, las mega tazas ahora si exclusivas para café tamaño familiar. El caso es que con ella comencé siendo yo un mocoso de tal vez ocho o nueve años: cafecito con leche, azúcar y acompañado de algún pan de dulce, mis preferidas conchas o con algunas galletas.

El vicio no hecho raíz en ese momento, era más de ganas así que se fue olvidando, hasta que llegaron las citas con mi viejo. Cuando cursaba yo mi nivel de enseñanza media, y necesitaba de algún material o libro, siempre me citaba en el centro de la ciudad, en el legendario Café La Nueva Central. Siempre llegaba puntual, antes que yo a la cita, y ya me esperaba con un “cortado”, aunque el si lo pedía en taza, porque una particularidad que tenia ese lugar (ignoro si todavía la tiene) era servir el café con leche ya mezclado en vasos de plástico largos, donde te arrimaban una canastilla de pan de dulce y pagabas lo que consumías. Era todo un folklore el tomar café en ese lugar, y ver a los filósofos de barrio hacer sus juntas ahí, así como personajes muy típicos de nuestra ciudad, de todo había; como extraño esos tiempos.

Después llegaron mis tiempos de estudiante universitario y había que “echar” el cafecito para mantenerse despierto si se trataba de sesiones de estudio o de elaboración de trabajos hasta altas horas de la noche; lo que fuera para mantenerse despierto, en veces era mas juego que estudio pero bueno, mientras no se mezclara con alcohol porque entonces si terminaba en fiesta y el estudio quedaba en el olvido junto a la taza de café.

En la actualidad, creo que valoro la tacita de café tanto por lo que me reaviva por las mañanas, como por el “adhesivo social” que este implica; siempre es el pretexto para compartir con mis amigos, el cafecito con historias de amor, desamor, noticias actuales, proyectos, anhelos, sueños, etc. Del café que sea, aunque tengo que confesar que si soy fan del transnacional de la sirenita verde, pero mientras sea café, creo que sienta bien para la platica. Así que aquí estamos a la espera de más historias que tejer entre el aroma a café y el ruido de las tazas conjuntado con el de las voces y el mundo urbano.
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14 mayo 2010

Era un proceso continuo

Sentado en una mañana, disfrutando de la brisa fresca y un buen café, me di cuenta que todo es un proceso continuo, se puede atrasar, se puede suspender, pero no se puede terminar, es un proceso continuo, a diferente paso pero continuo. Así es mi caso con las letras y con este espacio que deje abandonado por algún tiempo.

En todo este tiempo tuve oportunidad de experimentar otras bitácoras, lugares, y herramientas de expresión, pero nada como poder expresarse a “letra abierta” como me da la gana, sin reglas, con algún cierto estilo, algo muy propio, algo muy mío. La necesidad de regresar con un espacio con un poco mas de luz y sencillo a la vez hizo que la tinta volviera a la pluma, esa que pensé que se había agotado por completo, creo que me había equivocado.

Aquí estaremos de nuevo, no se con cuanta frecuencia, pero aquí vendrán nuevas historias, nuevos estilos, aunados a los mismos de siempre. El ático se reinventa y se recarga de energía y se reabre al ciberespacio para expresarse, dejar expresar y seguir interactuando.
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