Mis intentos de DJ

Esta aventura me transporta en el tiempo a esos Domingos por la mañana, allá a mediados de los ochenta, con la misma rutina: levantarse temprano, desayunar en familia, unos huevitos rancheros hechos por mi señor padre, o unos “hotcakes rancheros” (receta semi-secreta de mi madre) leer el diario y después ir a misa. Pero después de la misa venia lo mejor, era la hora de la practica, de mis intentos de ser DJ, ahí en la privacidad de la casa de mi amigo “Jechu”, el verdadero DJ, sin publico, sin criticas,(bueno, si estaban sus hermanos y por supuesto que si criticaban) con las torna-mesas, el mixer y toda la gloria para mi solito.

La sensación de colocarse los audífonos de estudio en el cuello, muy estilero, mientras seleccionaba un disco, era algo que solo hasta ahora vuelvo a recuperar, y es una sensación tan grata, y tan difícil de describir. La primera canción siempre era la más difícil, pues debía de contener la suficiente fuerza para mover a mi publico imaginario a la pista de baile (y mi publico imaginario también era bastante exigente) pero a la vez debía de ser algo suave, para ir ambientando el lugar.

Después, a colocarse los audífonos pues llegaba la hora de la verdad: la hora de la mezcla. Esto para mí era todo un arte, y uno muy difícil, pero de a poco le fui “agarrando la onda” a eso de igualar el tempo y los “beats” de la canción que se estaba tocando, con la canción que se iba a mezclar. Y vinieron terminologías muy “discotequeras” como manejar los tiempos, los “beats”, el “dubbing” y otras cosas que en su tiempo me llegaron a apasionar tanto, pero que se quedaron ahí, en las sesiones dominicales, mientras mi amigo grababa algunas mezclas para tocarlas posteriormente de corrido, si es que el trabajo exigía partirse en dos.

Nunca tuve ni debut ni despedida, aunque en algún par de ocasiones mi amigo me permitió “mezclar” una que otra rola en alguna fiesta o evento pequeño, pues siempre me ofrecía de asistente voluntario para cargar bocinas, torna-mesas, cajas, lo que fuera, para así poder ser espectador silencioso de ese arte que el manejaba, para mi gusto, a la perfección desde sus años mozos.

A la fecha, considero esa época como una de las etapas de mayor aprendizaje que haya podido tener, pues aprendí mucho de música; aquí conocí infinidad de canciones, ritmos, términos, un sin fin de cosas que me alegraban los domingos y la vida misma, sin llegar a ser un experto, fui feliz siendo un aprendiz de DJ, tal vez mal estudiante, sin titulo, amateur.

Pasó el tiempo, y el sueño se fue apagando, o simplemente entro en un estado de receso, el sueño mismo se echó a dormir... pero ahora, gracias a esta locura que denomino Radio Retro, el sueño ha vuelto a despertar, las mezclas no son como antes, pero de a poco lo iremos intentando. El “dubbing” y el “mixing” se hacen ahora por computadora, pero bueno, sigue siendo igual de divertido... y con agrado veo como la sensación vuelve, esa sensación de colgarme los audífonos en el cuello, previo a escuchar la grabación, y después colocarlos para la hora de la mezcla, para la hora de producir, de crear, y ahora, de estar frente al micrófono y volar por el ciberespacio y porque no, soñar que en un futuro ese vuelo sea por las mismísimas ondas hertzianas.

El ático abrió sus puertas y desempolvó un sueño que estaba por ahí arrumbado en una caja sucia, pero no olvidada...