Creo que es por todos sabido lo que sucede últimamente en nuestra ciudad. Y digo por “todos” porque la situación se ha vuelto tan extrema, que ha llamado la atención de bastante gente, no solo a nivel nacional si no que hasta internacional se ha vuelto la cosa.
Con todo y la ola de violencia que nos cargamos, encima tenemos la oleada de periodistas extranjeros queriendo sacar la nota importante del día para su respectivo medio, cual si fueran corresponsales de guerra, ganándose la admiración y compasión de sus coterráneos de donde quiera que estos sean. Tal vez las cosas no están tan mal, tal vez las cosas están exageradas, tal vez no, todo va a depender del que te lo cuente y de “cómo le fue en la feria”.
Pero de alguna manera, independientemente de todo esto, la cuestión sigue siendo la misma. ¿Cuándo fue que dejamos nuestras calles y nuestra seguridad en manos de los malos? La respuesta, para mi gusto y muy particular punto de vista, sigue siendo sencilla: entregamos nuestra paz cuando entregamos nuestro sentido de responsabilidad, de deber cívico y de justicia por conseguir mi beneficio de la manera mas conveniente y a la mayor brevedad posible.
¿Cómo carajos es posible que algunos como ciudadanos de mi querida Ciudad Juárez, se quejen de lo mal que están pero siguen haciendo las mismas pendejadas? ¿Cómo podemos exigir justicia y respeto si no la podemos ejercer en los mas mínimos detalles, como lo es el hecho no meterse en la fila de regreso de los puentes internacionales, o el hacer tres o hasta cuatro filas cuando solo hay dos accesos? ¿Cómo es posible que mandemos cadenitas de oración y cosas de esas por la paz de nuestra ciudad, si todavía le mentamos la madre al de enfrente porque va muy lento, y a la primera oportunidad le damos un cerrón marca diablo para que aprenda? ¿Cómo exigimos honestidad en nuestros servidores públicos si nosotros mismos los hemos sobornado y los seguimos tratando de sobornar? Y no solo hablo de agentes de transito, sino también de áreas administrativas; queremos siempre resolver todo con dinero, con derroche de poder, para obtener así nuestro beneficio rápido y sencillo, y demostrar con eso que somos poderosos, que somos muy influyentes, que somos “muy chingones”. ¡Carajo! Que nos cuesta esperar un poco mas, tener algo de paciencia, o ser mas ordenados y levantarnos mas temprano para evitarnos todo esto.
Veo con tristeza que la raíz del problema sigue estando ahí, como yerba mala, que crece silvestre y en cualquier rinconcito o terreno que se preste para tal. Y esa yerba mala desgraciadamente también da frutos; su semilla se esparce fácilmente y deja su legado, así sea arrancada de raíz. ¿Será que vamos a volvernos a esperar a que crezca demasiado para arrancarla? ¿Y esta vez, la lograremos arrancar de raíz, o solo le vamos a dar una recortadita?
Es verdad, el problema va mas allá de encerrar culpables, que ni siquiera eso se hace, pero, al menos empecemos nosotros, y empecemos por nuestra casa, con nuestros hijos, con nuestros allegados, sembremos mejor una semilla de paz, pero sobre todo siempre de honestidad y de justicia, con el ejemplo, no con palabras y con regaños. Dicen por ahí que el testimonio es “en vida hermano, en vida”...