“Uy vieras que este niño es rete inteligente que ya sabe leer y escribir, no tiene caso que lo dejemos en este grado, lo vamos a pasar al siguiente para que así termine bien joven y se gradúe y .....”
¿Les suena familiar? En nuestra sociedad se vive una ambigüedad en el muy particular tema de la educación de los niños. Algunos están a favor de que, si el niño muestra las condiciones de aprovechamiento académico, se le deje avanzar a pasos agigantados, convirtiéndoles así en los famosos “niños prodigio”. Otros están a favor de que, tanto estos niños como cualquier otro, sigan su curso normal, vivan lo que tengan que vivir, y así hacerles un bien a futuro. Yo sinceramente estoy a favor de lo segundo.
Tal vez sea el afán de una madre que por ver sobresalir a su hijo le impulsa a que brinque los años, avance grados académicos con la rapidez del tren bala para que así termine pronto la escuela y sea un gran ejemplo. Pero ¿un gran ejemplo para quien? Se pasa la educación primaria como brincando charcos por las piedritas, la secundaria y la prepa cual vuelo del águila por el nido, luego llega a la universidad convertido en todo un Doogie Howser MD, objeto de miradas, columnas de diario y la portada de la revista Times, ¿y después que sigue?
Lo malo aquí es que nadie le pregunta su sentir al protagonista. ¿Será que el niño quiere todo eso? Tal vez a temprana edad, el niño te conteste que si, eso es lo que quiere, pero seria ya una respuesta contaminada después del adoctrinamiento (shampoo de cerebro) recibido en casa de que brincarse los años es la mejor opción, si no es que la única, la plus ultra.
Yo pienso que el niño debe de vivir cada etapa a su tiempo, porque tiene que disfrutar cada uno de esos años de escuela, por muy aburridos que parezcan, porque no todo son libros y estudio. Lo que complementa ese sabor de los años de escuela es la convivencia con los compañeros, maestros, padres de familia, los viajes, las aventuras, y todo esto se da con mas facilidad cuando se vive cada etapa en su respectivo tiempo. Pienso que el niño debe de ir madurando junto con los demás, para que así se puedan compartir las mismas cosas con el mismo gusto o curiosidad, sin espantos, sin sobresaltos, sin confusiones. Es verdad que no todos maduran igual, pero si aunado a esto le haces brincar los años, el proceso de adaptación puede resultar mucho más difícil, aunque en apariencia todo siga un curso normal.
Dejemos pues que los niños sigan su camino a su propio paso, y que ellos mismos nos dicten la dirección de acuerdo a sus facultades, tratando de resistir, como padres, nuestras ansias de gloria en el camino. Si llegaras a sentir que en realidad necesita brincar dos cuadritos en vez de uno, piénsalo dos veces antes de hacerlo, piensa a futuro, pero sobre todo piensa en tu niño(a), los triunfos son de ellos, no de nosotros, al fin y al cabo también ellos son prestados. Piénsalo, o míralos en este espejo...
¿Les suena familiar? En nuestra sociedad se vive una ambigüedad en el muy particular tema de la educación de los niños. Algunos están a favor de que, si el niño muestra las condiciones de aprovechamiento académico, se le deje avanzar a pasos agigantados, convirtiéndoles así en los famosos “niños prodigio”. Otros están a favor de que, tanto estos niños como cualquier otro, sigan su curso normal, vivan lo que tengan que vivir, y así hacerles un bien a futuro. Yo sinceramente estoy a favor de lo segundo.
Tal vez sea el afán de una madre que por ver sobresalir a su hijo le impulsa a que brinque los años, avance grados académicos con la rapidez del tren bala para que así termine pronto la escuela y sea un gran ejemplo. Pero ¿un gran ejemplo para quien? Se pasa la educación primaria como brincando charcos por las piedritas, la secundaria y la prepa cual vuelo del águila por el nido, luego llega a la universidad convertido en todo un Doogie Howser MD, objeto de miradas, columnas de diario y la portada de la revista Times, ¿y después que sigue?
Lo malo aquí es que nadie le pregunta su sentir al protagonista. ¿Será que el niño quiere todo eso? Tal vez a temprana edad, el niño te conteste que si, eso es lo que quiere, pero seria ya una respuesta contaminada después del adoctrinamiento (shampoo de cerebro) recibido en casa de que brincarse los años es la mejor opción, si no es que la única, la plus ultra.
Yo pienso que el niño debe de vivir cada etapa a su tiempo, porque tiene que disfrutar cada uno de esos años de escuela, por muy aburridos que parezcan, porque no todo son libros y estudio. Lo que complementa ese sabor de los años de escuela es la convivencia con los compañeros, maestros, padres de familia, los viajes, las aventuras, y todo esto se da con mas facilidad cuando se vive cada etapa en su respectivo tiempo. Pienso que el niño debe de ir madurando junto con los demás, para que así se puedan compartir las mismas cosas con el mismo gusto o curiosidad, sin espantos, sin sobresaltos, sin confusiones. Es verdad que no todos maduran igual, pero si aunado a esto le haces brincar los años, el proceso de adaptación puede resultar mucho más difícil, aunque en apariencia todo siga un curso normal.
Dejemos pues que los niños sigan su camino a su propio paso, y que ellos mismos nos dicten la dirección de acuerdo a sus facultades, tratando de resistir, como padres, nuestras ansias de gloria en el camino. Si llegaras a sentir que en realidad necesita brincar dos cuadritos en vez de uno, piénsalo dos veces antes de hacerlo, piensa a futuro, pero sobre todo piensa en tu niño(a), los triunfos son de ellos, no de nosotros, al fin y al cabo también ellos son prestados. Piénsalo, o míralos en este espejo...