29 noviembre 2011

Dream # 4 or My life as a security guard


Here I stand every morning, greeting all these employees with a pseudo military salute, maybe not with a burst of enthusiasm but with a smile than can carry on for a while. Similar to the mail man, rain or shine, we stand our ground and sit and watch, drink coffee, lots of it, change guard, change post, smile and wave, and protect…from what? I don’t have a clue, but we protect; at least that’s what our contract says, and it is fine with me.

Whether is dark or bright, I wake up every morning to the smell of fresh coffee, thanks to my programmable coffee maker. I have to admit that such modern treasure has make my life easier, that and my old fashioned, flip cell phone; and that is all the technology I can handle, I guess my brain is somehow old fashioned, but I survived a war, I can survive this.

And off we go every morning, me and my old revolver, to protect and serve those turkeys to whom me and my buddies are invisible, just like ornaments, taken for granted. We endure the harsh climate and long boring hours but no one seems to care, because we are supposed to be there and that’s all. And I am still fine with that.

When my duty is over, off we go again, back to that little place I sympathetically call home; a ten-something by twenty-something feet room that holds just the necessary things I need to live: a kitchen, a table, two chairs, a small fridge, a small and old microwave oven that sometimes the buttons don’t work, an old couch (and sometimes smelly), a small bed, an old tube TV, a live bamboo stick in the corner and an aquatic turtle that I recently got from my kids. At least I have two more living things with me so that I don’t feel lonely, even tough both of them can’t talk, but at least I know they are alive, I guess.

Nighttime is so different at my own world; they go by faster and better with some Jack Daniels, or whatever the paycheck can afford. I’m not going to lie; I do miss the nights with a nice steak and Glenlivet while staring at the fireplace until falling asleep. Now is some shitty liquor and peanuts, with a little luck.

And just sometimes, like tonight, my old world comes out to haunt me with a vengeance and make me feel two-foot small. My decisions fly in front of me like a nice illusionist special effect, laughing at me and specially, feeling sorry for me, and they make sure they deliver the message, a message I cannot take any longer… and that’s when my good old friends Smith and Wesson smile at me with that shiny teeth and dark mouth hole. There sure is light at the end of that tunnel, a big “bang” light…
And I am still fine with that...
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26 noviembre 2011

Escuchando a mi soledad


De pronto me detengo, y pienso (no se si en voz alta): siempre que estoy solo, me sorprendo a mi mismo hablando, conversando, discutiendo… si, solo. Pero siempre es con un acento diferente; al menos así lo intento, al menos así lo escucho.

Y por mi aislamiento desfilan personajes imaginarios: españoles, argentinos, chilenos, alemanes, hindúes, chinos, árabes, australianos; reales o imaginarios, deportistas o caricaturas…pero eso si, siempre todos extranjeros.

Y ninguno soy yo, o todos son yo.

Mi mente en retiro, voluntario o involuntario, se detiene de nuevo. Y analiza, piensa y medita. Y se vuelve a sorprender. ¿Será acaso locura en etapa inicial? – Eso es algo imposible para mi de discernir; además, siempre me he considerado un loco, de buenos sentimientos, no un loco peligros ni de atar, pero si un loco.

Y llega otra pregunta: ¿Será una simple practica de locución (o intento de) o estoy huyendo de algo? ¿Acaso huyo de mi mismo, y por eso la presencia vocal de tales personajes? Recuerdo en alguna ocasión, cuando era mas joven, que alguien en alguna reunión me dijo – debe ser bastante complicado imitarte a ti mismo – y no estaba equivocado.

A veces siento que mi vida se fue así, imitando voces, tratando siempre de ser otro personaje, tratando de agradar a los demás, pero abandonando el mío, o huyéndole. Por algo no me dedique a eso, pero por algo ahora vuelven esas voces diferentes.

Por lo pronto, le encuentro espacio a ese todavía pasatiempo, y horas de practica, en la soledad, en esa que dicen que es mala consejera, pero que al fin y al cabo tiene mas respuestas que un oráculo y te enseña que es la única que te va a sacar adelante, tu y ella, nadie mas…
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19 noviembre 2011

Cartas en el Hielo


Y te veo deslizarte elegantemente, y el frió del hielo (y también el interno) se hace presente en mi nariz, pero eso no importa…

Y te admiro mientras patinas ya con una cierta maestría, al menos a mi me lo parece así. Y pienso, recuerdo y te admiro, todo esto mientras el escaso público y tu padre eufórico gritan un gol que acabas de anotar, y celebras con tu ya tan mencionado “high stick”.

Y ahora pienso en todas las prácticas a las que te he llevado. Hoy es hockey sobre hielo, ayer fue fútbol, béisbol, basketball, karate y ya no recuerdo que mas. Pero siempre admirando tu coordinación motora… ya la quisiera yo para un domingo; con la mitad me conformaba. Ese gen definitivamente no lo has heredado de mí, pero ¡que importa!

Y te admiro muchísimo, pero sobre todo ¡estoy muy orgulloso de ti! Estas haciendo todo lo que yo no pude hacer nunca, jugar y ser coordinado, pero sobre todo, lo estas disfrutando y lo estas viviendo, y de alguna manera lo estas compartiendo con este viejo saco de patatas que tienes por padre.

Eres muchísimo mejor que yo en todos los aspectos. Eres guapo, eres el mejor hijo “sándwich” que jamás pude pedir. Eres grande, eres mi hijo y ¡te amo por eso!
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12 noviembre 2011

Off Side


Así como la palabra en ingles lo define para propósitos deportivos, un “off side” es un “fuera de lugar”… así me siento yo, como un offside, un misfit, en un lugar, en una dimensión a la que no pertenezco. Me pille a mi mismo fuera de lugar, con los defensas a mis espaldas y yo solo frente al portero, pero ventajosamente, y quise meter un gol de la misma forma, ventajosa, no premeditada pero si ventajosa, sabiendo que no era mi lugar, y me detuve a mi mismo, deje de disparar la pelota, deje que el arbitro me suspendiera, deje que la gloria infundada y sin valor se fuera, porque no era mía, yo no pertenecía ahí, no en esa dimensión, no en ese instante de tiempo, no en ese espacio.

Y al mismo tiempo que volvía de mi viaje mental analógico, apretaba tan fuerte mis manos que rompí mi lápiz para dibujar. Si, ese lápiz que con mucha antelación había ido a buscar a una tiendita especializada, el Staedtler lumograph 100 B, punta blanda fue la recomendación. Que mas da todo eso ya, en el calorcito del momento se partió por la mitad, y no se partió solo, lo se bien, yo le aplique la fuerza cual llave de lucha libre y cual quebradora, lo quebré en dos. Seguía pensando igual, no pertenezco a ese mundo, para que engañarme. Es curioso, cuando uno hace este tipo de desahogos (son berrinches pero por ahora lo quiero llamar así “desahogo” porque me sienta mejor para mi conciencia intranquila) después del hacerlo, la sensación no se va, te queda esa como “cruda moral”, sigue ahí la muina.

Tenia dos opciones: pegarlo con cinta adhesiva para seguir teniendo un poco de equilibrio, o deshacerme de el. Cualquiera que fuera la decisión, tenía que reflexionar en el hecho, y tratar de aprender de toda esa experiencia tan extraña, tan fumada.

Y me senté a reflexionar, a tratar de encontrar razones, contestar preguntas, edificar respuestas y sanar heridas, mientras los restos del lapicito se convertían en energía calorífica dentro de la fogata que prendí y que me servia de luz en medio de aquella hermosa y fría oscuridad…
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