Por cuestiones todavía sin identificar con precisión, una lesión me ha mantenido ocupado en unas cosas y alejado de tantas otras que amo con pasión, que aunque no son muchas pero las hecho de menos. Las nuevas han sido más filosóficas y pensantes, y me mueven mi estado de ánimo y mis planes de vida. Las otras que he dejado: una, patear la bocha, jugar al futbol con mis amigos, y la segunda: la maquina perfecta, el mejor invento del hombre después de la rueda; la bicicleta.
En ella, mas que hacer ejercicio, experimentaba yo un sin fin de sensaciones “sobre ruedas”, que me llevaban de un extremo a otro en el espectro emocional, desde las mas sublimes hasta las mas perversas. Podía pasar de un estado casi de trance mientras paseaba junto a arboledas quietas, a estados de ira mientras mentaba madres al conductor de auto que acababa de hacerme un quite cual torero, pasando peligrosamente cerca de mi llanta trasera.
En las mañanas de otoño, es notorio el olor a una yerba común de estas tierras, mi abuela le llamaba “gobernadora”, un olor agradable que se acentúa con la humedad relativa en el ambiente. Ese olor, encima de las dos rueditas, me transportaba a otros tiempos, cuando mi padre usaba esa yerba para todo lo que quisiera curar, buenos tiempos. Los caminos por el valle a orillas del Bravo en la parte americana me transportan a los tiempos de niño, visitando familiares, granjas, vacas, gallinas, vida pasiva, tranquila, sin mucho movimiento, y árboles enormes. Existe un tramo de camino el cual esta flanqueado por nogales a ambos lados, y su copa es tal que se junta con la del lado contrario y forman una especia de túnel el cual, entrado el otoño, forma un espectáculo digno de inmortalizar en una postal. La sensación de pasarlo en bicicleta es inigualable, los colores, la vista, los olores… ¡todo!
La sensación pedaleando en soledad por algún camino intransitado pero pintoresco es única. Es una sensación de libertad, en la cual le quieres gritar a los cuatro vientos que eres libre, único, que todo lo puedes y que nada te vence. Como si los problemas diarios fueran a escuchar tu reclamo en silencio o a pulmón abierto sobre ruedas, pero bueno, ya será problema de ellos, por lo pronto a mi me alcanzaba para eso, y la sensación de mejoría no me la quitaba nada ni nadie.
Y casi al final, el esfuerzo cuesta arriba, para llegar a la parte crucial, a sudar, pujar, para subir, para poder llegar, casi terminar. Dentro del esfuerzo casi sobre humano y el monitoreo de mi ritmo cardiaco, venían siempre a mi mente todas esas veces que dije “no puedo”. Después de subir esa cuesta, carajo, de que se puede, se puede, y mi mentalidad cambiaba, y me sentía victorioso. Pequeñas victorias que, cuando son compartidas, son victoria suficiente para las partes involucradas. El oxigeno ganado siempre alcanza para mas de uno. Bocanada de aire fresco para reservar en la semana.
Aun debo esperar, por algo será, pero ya anhelo el momento en el que tenga que preparar la noche anterior, a veces hasta altas horas de la noche, detalles como presión de llantas, grasa, cadena, cambiador, piñones, y todo lo demás, alistando mi maquina perfecta para lo que anticipo será otra aventura mas, de sensaciones sobre ruedas.