No suelo hablar de cosas personales en este espacio, pero siempre existe esa necesidad. Todo son historias, prosa, reflexiones, cuentos, cartas… todo parte de un punto imaginario, y a veces la realidad y la fantasía caminan por una delgada línea divisoria, que se llega a dudar cual es cual. Lo sigo dejando a la imaginación, pues no importa al final de cuentas cual es la situación real. El espacio da para esto y más.
La famosa y trillada analogía que se hace de la vida como una rueda de la fortuna resuena hoy más fuerte que nunca. A veces pareciera que a esa rueda se le haya descompuesto algún engrane y no se mueva, y el vagoncito donde voy viajando se quedo abajo siempre, y se zangolotea, se mueve y en veces parece caer, pero sigue abajo. Al menos pienso “del suelo no paso”.
Estoy esperando al mecánico que venga a arreglar la rueda para que por fin pueda subir, y estar un momento arriba, disfrutar del viaje pues el tiempo se acaba y corro el riesgo de que me saquen del juego sin poder haber vuelto a la parte más alta. No se si la analogía permita modificar la historia para ver si se es posible bajarse de esa rueda y subirse a otra que te permita de nuevo subir y bajar, pero sin estancarse, que siga corriendo, arriba y abajo, con seguridad habrá esas dos alternativas, pero las habría, es mucho mejor que estancarse.
El problema es que me esculco los bolsillos del pantalón y no encuentro otro boleto, así que habrá que ver si me puedo escabullir a otra rueda que si funcione, o que me dejen entrar con mi boleto alegando que la otra no sirve, o esperar a que en la que estoy, decida moverse.
Ahora entiendo porque dicen que “cada quien habla como le va en la feria”…