No existe
punto de comparación. Él es un caballero
de armadura brillante, siempre presto a rescatar a la princesa de las garras
del dragón. Yo soy el bufón de la corte,
siempre presto a arrancar una carcajada al mejor postor, siempre por
conveniencia, pocas veces por convicción.
Él es elegante, cortés, galante.
Siempre tiene las palabras adecuadas, casi perfectas para toda ocasión,
sobre todo para derretir a las mujeres.
Yo ni si quiera me puedo acercar a una mujer sin empezar a temblar,
tartamudear, hacer el ridículo. Él es
fuerte, seguro de sí mismo, conocedor; pisa fuerte y de andar armonioso, de
buen vestir y buen decir. No hay
princesa que requiera su ayuda, aunque no la necesitara. Yo voy por ahí con pasos desiguales,
sosos. Soy débil, física y mentalmente;
inseguro y mal vestido. Las cosas que me
apasionan no son del interés de nadie más.
Soy un “geek”, un rarete, un verdadero “misfit”; siempre orsai, sin
pertenecer a nada; siempre en busca de la espiral profunda para tirarme
buscando ser absorbido como por un agujero negro, esperando una especie de salvación
divina de cualquier denominación o personificación, como mendigando cariño logrando
solo obtener lastima. Jamás habrá punto comparación;
solo los ilusos pueden llegar a acuñar tal concepto en sus mentes torcidas… así
como yo…
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