Siempre alrededor de las fiestas Decembrinas (y no digo navideñas por aquellos que puedan celebrar otra cosa que no sea Navidad), los medios masivos de comunicación nos bombardean con una frase, muy trillada por cierto, la cual ha perdido su verdadero significado y su verdadero propósito: “Esta es la apoca de dar”, y agregue usted al final “y mueblería tal, o la tienda tal es el mejor lugar para encontrar ese regalo tan especial”, creo que no me dejaran mentir.
Y digo que se ha perdido el verdadero significado porque esto no es mas que una estrategia de mercadotecnia con el propósito de abarrotar las tiendas departamentales de personas dispuestas a encontrar esos (porque de uno se pasa a muchos) “regalos especiales”, aun cuando en el intento se gasten el aguinaldo, bono navideño, bono anual, o cualquier forma de liquidez que les quede en el bolsillo, o se eche mano de la tarjeta de crédito aunque esto implique endeudarse hasta el tope cual país tercermundista.
Por otro lado, algunos con el sincero afán de ayudar, otros tal vez por mitigar sus culpas, recurrimos a la aportación caritativa de la forma mas cómoda o conveniente para nuestra santa paz. El Teleton es un ejemplo de esto, así como todas aquellas campañas altruistas que se ponen de moda durante estos días. La causa de todo esto es buena, es noble, pero en veces creo que se explotan los sentimientos de las personas, se lucra de alguna manera con esto, y no dudo que si se ayude, pero que también alguien mas que no tenga necesidad salga beneficiado.
¿El fin justificara los medios? Tal vez, entonces ahí estamos viendo las lagrimas de cocodrilo de Lucerito porque no se ha llegado a la meta y cosas de esas, en fin, yo la verdad evito todos esos “shows” y no por ser un ogro tacaño sin espíritu navideño y sin corazón. La cosa es dar sin recibir, dar y extender la mano y ayudar sin esperar agradecimiento, creo que ese es el verdadero reto.
Hace ya algunos años tuve una experiencia que me marco hasta cierto punto en ese aspecto de la caridad. Motivado mas a la fuerza que de gana por mi sacrosanta madre, mi padre decidió asistir a uno de esos retiros de cristiandad en el cual duraba tres días en una como especie de granja acondicionada para asistir a ponencia de temas (como ir a clases), contando con salones, habitaciones, oratorio y capilla, todo lo necesario. De este retiro mi papa hizo buenos amigos, uno de ellos era un sacerdote de origen norteamericano (el padrecito solía decir que él era “pollo frito” porque era originario de Kentucky), el cual estaba al servicio de una capilla en una comunidad de aquí de la ciudad. No recuerdo el nombre ni la colonia donde estaba dicha capilla, era una comunidad humilde, tal vez no la más humilde de la ciudad, pero si con sus carencias evidentes.
Cierto día el padre gringo invitó a mi papa y a mi familia a visitar su capilla, tendrían actividades y un bazar, para lo cual necesitaban toda clase de donativos, todo era encausado para ayudar a la gente mas necesitada. Recuerdo que mi padre nos dijo que lo poco que pudiéramos dar, lo diéramos. Vagamente recuerdo que yo me desprendí de una chamarra, era mi chamarra favorita, ya casi no me quedaba pero como era la favorita no me quería deshacer de ella todavía. Mi mama me explico que había tal vez otros niños que se podrían beneficiar de esa preciada chamarra, pero que lo mejor era eso, el dar sin recibir, el dar algo muy preciado, sabiendo que a alguien mas le puede hacer bien y que yo era privilegiado en poder tener mas de una chamarra.
Los argumentos me convencieron y ya sin pensármelo mas, entregue mi chamarra favorita para el bazar, además de muchos otros juguetes y otras cosas mas que mis papas recaudaron. Llego pues el día, llegamos a la capilla, mis padres entregaron nuestra aportación a la típica señora encargada del evento, asistimos a misa en la capilla y después de eso salimos al atrio para visitar los puestos. Además del bazar de ropa, había puestos de comida, del juego de la lotería y algunos otros más.
Fue en ese paseo entre el bazar de ropa que sucedió ese momento electrificarte. En el momento que me detuve en el bazar pude ver mi chamarra favorita sobre una mesa, estaba expuesta al mejor postor, o simplemente a quien le gustara. No recuerdo bien la mecánica del asunto, no se si la gente tenia que pagar las prendas o estas eran simplemente distribuidas. La cosa fue que vi mi chamarra, y vi como un niño, menor que yo, le decía a su mama que esa chamarra le gustaba mucho, al final, el niño se fue con su “nueva” chamarra, y se la llevo puesta. No tengo palabras para describir la cara de ese niño cuando llevaba la que fuera mi chamarra, su cara se ilumino, su sonrisa era de oreja a oreja, su mirada reflejaba satisfacción, agradecimiento, no se, un sin fin de cosas.
Creo que mi cuerpo, mi alma y todo se detuvo por varios segundos. Mi madre, testigo de todo aquello, al final de dicha escena se acercó y me dijo - ¿Viste la cara de felicidad de ese niño?, ¿Qué sentiste? Solo atine a responder – creo que sentí bonito, me dio gusto. Durante el camino de regreso a casa y por varios días mas, a mi mente regresaba aquella escena, aquel momento, y seguía siendo satisfactorio, pero sentí que había hecho mas allá de la típica buena acción del día.
Cada quien sabe si puede o no aportar, cada quien aporta su granito de arena, o su cubito de azúcar, el tamaño de la aportación no importa, lo que importa es que en realidad salga de nuestro corazón, y que sea un verdadero esfuerzo y que no busquemos nunca el reconocimiento. Creo que aquí esta la clave de la caridad, dar sin recibir, dar sin esperar nada a cambio, dar porque en verdad lo siento, y sin que el mundo se entere, basta con que el corazón de cada quien sepa de las acciones.
Pero recuerden, sobre todo, también dar amor, buenas intenciones, un saludo, una sonrisa, un ceder el paso, paciencia y amabilidad; ojalá pudiéramos hacer esto todos los días, pero si no se puede, al menos hagámoslo durante estas fechas.
Saludos y felices fiestas.