Suelo tomarlo negro, pero esa tarde, el desfile urbano ameritaba un cortado, y así lo pedí: cortadito “half and half”. Y todavía no terminaba de darle vueltas con la cucharilla cuando aparecía el primero de los transeúntes asiduos a aquel lugar. El desfile estaba por comenzar y yo, como siempre, tenía boleto de primera fila.
Haciendo sonar sus muletas a la distancia, Don Alex hacia acto de presencia en mi retirada mesa, como descubriendo a propósito mi escondite favorito y sin recordar mi cara o fingiendo, como en todo, un primer encuentro. Su letanía, previamente conocida, rezaba algo por el estilo: deportado por la “migra”, tuvo un accidente y perdió su pierna, vive del alquiler y “honradamente” pide una ayudita para salir adelante.
No lo niego, es difícil no estrujar el corazón con estas escenas… si no fuera la cuarta o quinta vez que don Alex hace su aparición triunfal en mi rincón favorito. Y para colmo me tomaba a medio sorbo. Mientras bajo mi taza solo alcanzo a repetir la ya también trillada frase de “ahora no traigo nada, mire, apenas para el café, y hasta la propina me reclaman”. Don Alex cambia el semblante, da las gracias casi en caravana, y se retira.
Yo creo que no tarde en darle dos sorbitos más a mi cortado cuando al poco tiempo llega Doña Brígida. Pero es que esta “seño” es punto y aparte. Siempre tratando de pasar desapercibida con una sonrisa y un ventanal que hace que Ronaldinho tenga la dentadura más perfecta sobre la tierra. Nunca falla; la doña siempre pasa de largo, esboza la sonrisa a manera de saludo, cortésmente la devuelvo y es así como se da la invitación indirecta. Siempre regresa con una voz aguardentosa y con una letanía diferente. No suele hacerlo pero la situación la ha forzado, esta desesperada y pide con mucha pena, una ayudita, lo que sea mi “santa” voluntad. De nuevo hago gala de mis nulas artes histriónicas con el famoso “ahora no traigo”, la doña me devuelve la sonrisa fracturada y se retira.
A estas alturas, pienso que mi tarde de café no seria igual sin este desfile sin igual, como a manera de excusa, para no renegar, pues la vida es así, y tiene de todo. ¿Quien no me dice que algún día este yo del otro lado de la acera? Así que prosigo con mi tacita, a tragos mas largos pues la temperatura de mi elixir ha cedido un poco y me lo permite, pero aun así lo voy estimando, pues el desfile aun no ha terminado.
Y es así como después de varios sorbitos de café, el desfile anunciado, y los vendedores de flores que siempre y tal vez por no dejar me ofrecen esa solitaria rosa, llega cerrando el desfile el típico “borrachito” de siempre. Haciendo el su mejor esfuerzo por articular palabras y yo el mío por entenderlas, se podría decir que logramos casi un dialogo. La misma pregunta, la misma respuesta, y la misma salida. A este amigo solo le falto el sombrerito para levantarlo educadamente y emprender la graciosa huida del lugar, no sin antes dar dos tropiezos.
Me termino el último sorbo de aquel café tan entretenido, y dejando la tan anunciada y escueta propina, paso a retirarme de mi rincón favorito, ese desde donde veo la vida en otra perspectiva. Y por supuesto, que sin querer retirarme, es que pienso que tal vez el que requiere la ayudita más que nadie soy yo, pero no en monedas… la de cosas que tiene la vida. Y mientras me retiro, ya estoy pensando en la siguiente visita a mi rincón, y el esencial desfile de las ayuditas.