Sus ojos azules y su acento marcado delataban su origen extranjero.
Sus ganas, determinación y sonrisa delataban su calidad de persona.
Gente molesta haciendo fila, esperando turno, renegando de su ineptitud.
Ella con una sonrisa amable y una historia lista para contar aligeraba la espera.
Es increíble como un momento con el potencial de convertirse en algo muy estresante pudo dar un giro de ciento ochenta grados hacia una experiencia de aprendizaje.
Su nombre: Danielle, su oficio: cajera. Se notaba a leguas que no tenia mucha experiencia; pareciera que todo le salía mal ese día. La fila de clientes seguía creciendo pero ella con una extraña paciencia seguía tratando de hacer lo que mejor podía pero siempre con calma, para unos desesperante, para mí fue muy tranquilizante.
Y llego mi turno y llego su historia. Gracias a un producto abandonado por el cliente anterior salio una platica muy fructífera, pero sobre todo una lección de paciencia, de ganas y tesón por enfrentar la vida, por buscar una oportunidad y ya estando ahí luchar por conservarla.
Imagine muchas cosas de Danielle; no se cocía al primer hervor, pero se notaban las ganas de estar ahí. Que tanto pudiera ir cargando aquella mujer para llegar a un país que no era el suyo, buscar un trabajo, una oportunidad, y lograrlo, como fuera pero lograrlo, tal vez buscando un futuro mejor, o un mejor ingreso, que se yo, todos los inmigrantes tienen su historia y ella no era la excepción.
Sin problemas pasamos su “aduana” y con una sonrisa medio apagada me dio su “gracias”, mientras que mi respuesta fue con una sonrisa genuina gracias a esa lección de paciencia y control ante la adversidad y clientes de muy mal humor que acababa de aprender. Aquella mañana fue una combinación de muchas cosas, desayuno, excelente compañía, tiendas departamentales y aquella señora que con un acento muy especial me hizo aprender algo más de la paciencia…